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lunes, 20 de julio de 2015

Despedida (Relato irónico)

Mi querido Thomas:

Ahora que no queda más que una semana para que te incorpores a tu puesto de director en la nueva filial de Boston, – vuelves por fin a tu país – necesito pronunciar una palabra.

Durante diez años, hemos compartido despacho. Tú sentado detrás del escritorio arrellanado en el sillón giratorio, yo ocupando una humilde silla, dispuesta a recibir tus órdenes o a informarte de mis tareas. Dos personas: jefe y subordinada – al fin y al cabo, compañeros – entregados a ocupaciones tan prosaicas como mejorar el producto, aumentar los beneficios o multiplicar las ventas. Desde aquel primer día – cuando te incorporaste a tu puesto, todavía desorientado por el largo y fatigoso viaje desde la otra punta del mundo y con el ánimo destrozado por la reciente pérdida de tu mujer – hemos pasado por mil peripecias. Juntos desactivamos algunas bombas – no precisamente de relojería sino de frustraciones y lágrimas – que te hubiesen llevado a la bancarrota, hemos acunado a la empresa en nuestros brazos, la hemos protegido cuando amenazaba con hundirse, hemos recibido impávidos toda clase de insultos. Mañana tras mañana contemplaba tus ojeras, adivinaba cómo habías dormido, si te había sentado mal la comida o estabas estrenando un nuevo amor, mientras tomaba notas o contestaba al teléfono.

Retrato modernista por el italiano Modigliani.

Retrato de Jeanne Hébuterne - Amedeo Modigliani

Solías recibirme con un piropo, elogiabas mi ropa o mi perfume. A veces, sin decir nada, guiñabas un ojo a Martínez señalándome con un gesto y él asentía con su guasa de siempre. Aunque te parezca imposible, os veía. Tengo ojos en la espalda.

Fingía indiferencia pero me recreaba con la estampa noble de tu cabeza gris, tu silueta sin edad, el encanto de la mayoría de tus sonrisas, la seducción de tu voz poderosa. Las mujeres no piropeamos y menos aún las secretarias.

Pero nada de esto me ha impulsado a escribirte. Debo decir algo que no puedo aplazar por más tiempo, si no me decido ahora no lo haré nunca y es preciso que lo pronuncie antes de que te vayas. Luego será demasiado tarde.



                                                                       ¡PIÉRDETE!

2 comentarios:

  1. Menudo giro inesperado, me has hecho sonreír, eso de que las secretarias se enamoraban siempre de sus jefes es ya una leyenda urbana.

    Paso a desearte un feliz verano y que esa historia que te traes entre manos culmine con satisfacción y beneficio.

    Nos leemos en septiembre.

    Ah, las fotos que acompañan a los versos de Salinas están hechas en Barcelona, el mar y sus aledaños eran mi territorio natural, me conocían hasta los gatos.

    Muchos besos,

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  2. Sí, al releerlo me recordó a aquella canción de Cecilia. Me encontré con tres viejos relatos hace poco y los traje aquí. Este lo escribí hace unos nueve años, creo, no tengo ni idea de por qué, ahora tiene como un sabor rancio, pero lo he dejado como estaba, solo he cambiado la despedida. Originalmente era "¡Por fiiin!"

    Esa historia me ha dejado algo exhausta,ahora estoy más tranquila y, aunque sea poco, si puede ser espero leer algo tuyo antes.

    Imaginaba que era en Barcelona. Seguro que los paisajes completos no se parecen en nada pero así, tal como se ve, se parece mucho a un sitio que está justo doblando el mapa. Hasta los gatos parecen los mismos .)

    Besos

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