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sábado, 20 de diciembre de 2014

Rastros de sándalo - Rastres de sàndal (2014)


Rastros de sándalo ¿eh? Tras un recorrido por la red no salgo de mi asombro. Quizá tenga que pasar algún tiempo para que puedan verla también aquellos a quienes no mueve ningún afán publicitario, esa minoría cuyo mayor crédito consiste en que no desea sino mostrar su honesta opinión.

A partir de determinado momento, empiezas a notar cómo se adueña de tu cara una sonrisita escéptica, entonces te arrellanas en la butaca con el fin de soportar lo más cómodamente posible el culebrón que se avecina. Pero vayamos por partes.

Los primeros fotogramas son impresionantes, de quedarse sin aliento. Intuimos allí un drama social de dimensiones colosales protagonizado por mujeres. No quiero adelantar demasiado, me conformo con destacar lo más relevante. En primer lugar, ese comienzo está ambientado en un mísero barrio hindú, las imágenes son espectaculares, su verosimilitud absoluta, lo que sucede sobrecoge. Y en vista de todo ello, crecen enormemente las iniciales expectativas del público. No nos cabe duda de estar presenciando la más valiente de las denuncias sobre las condiciones de vida de las mujeres pobres en la India llevada a cabo por alguien tan alejado de aquellos problemas como una directora española y valoramos su compromiso como merece. Sin embargo, justo cuando la situación parece desbordarse y, por tanto, nos va a ser dado presenciar, casi como si de un documental se tratase, lo que tienen que padecer esas jóvenes, de qué forma se abusa de ellas, en qué acciones se concretan tamañas crueldad e injusticia, se produce un vuelco descomunal en la trama, a partir del cual se muestran una sucesión de incongruencias y lugares comunes, más propios de un convencional cuento de hadas que de una película seria, que consiguen transformarla, solo un par de secuencias más tarde, en uno de los artefactos más inverosímiles que se hayan rodado nunca. ¡Y mira que hemos visto cosas!

Entonces, ¿todas aquellas imágenes formaban parte de una mirada al pasado? Pues ni siquiera las dificultades que entraña este recurso se asumen. Mediante una ingeniosa estratagema, la guionista se las arregla para que no haga falta ninguna coherencia entre el antes y el después, ni parecido entre los personajes a edades diferentes, lo que se une al hecho de que no se justifica de ninguna forma el espectacular cambio de fortuna de que disfruta la protagonista.

Además, y para anotar en el suma y sigue de disparates, la otra cara de este relato de familiar perdido –tan de moda últimamente, aunque esto no hubiese sido óbice para convertirla en una conmovedora peripecia humana– se beneficia del mismo golpe de suerte. Dos mujeres, pues, abocadas a enormes padecimientos –esclavitud, desnutrición, un quehacer indigno y extenuante, que, por suerte, tras el prematuro final que les aguardaba sin duda, acabarían más temprano que tarde– reciben ya desde niñas la bendición de la fortuna, tanto afectiva como económica, rematada ¡cómo no! por un éxito profesional indiscutible.

¿Qué es esto sino el cuento de La Cenicienta?

Pero había que adaptarlo a esta época, las fábulas concebidas entonces resultan demasiado inocentes para el gusto de hoy. En nuestro mundo no hay nada gratuito, ni siquiera tan barato como lo que puede costar una entrada de cine. Parece obligado entonces aprovechar el recorrido de la pareja hindú para mostrar/rentabilizar las bellezas de nuestra amada ciudad condal mediante un conjunto de estampas dignas del mejor catálogo turístico. Y, no contenta con ello, la guionista –o quien sea– ni se molesta en desarrollar el argumento de una manera medianamente sólida. De hecho, los pufos saltan por doquier: personas de la otra punta del mundo que se entienden perfectamente en Cataluña sin necesidad de ningún intérprete –no se aclara si en castellano, catalán, inglés o hindi–, encuentros inesperados que tienen lugar en el porteño ambiente de postal barcelonés, desastrosas interpretaciones en todas las escenas de ambientación contemporánea, reacciones de los personajes más propias del relato infantil que de la vida tal como es. Y, para colmo, dos historias de amor que no hay por dónde cogerlas por mucho que se intente.

Resumiendo, un balance tan desastroso que salí del cine preguntándome quién o quienes habrán subvencionado esta película. Entonces me vino a la memoria aquella de Woody Allen, de infausto recuerdo, titulada Vicky, Cristina, Barcelona. Ciertamente, el título de la que nos ocupa es mucho más afortunado, al menos tiene coherencia sintáctica, pero quizá habría que añadirle alguna coletilla, llamarla Rastros de sándalo en Barcelona o algo similar, para que el sufrido espectador pague la entrada sabiendo con exactitud a qué atenerse.


·         Título original: Rastres de sàndal
·         Fecha: 2014
·         Duración: 95 minutos
·         País: España
·         Directora: María Ripoll
·         Guión: Anna Soler-Pont
·         Música: Zeltia Montes
·         Fotografía: Raquel Fernández
·         Reparto: Nandita Das, Aina Clotet, Naby Dakhly, Rosa Novell, Godeliv van den Brandt, Subodh Maskara
·         Coproducción España-Francia
·         Género: Drama

2 comentarios:

  1. Querida amiga, te imagino aguantando el bodrio este del que hablas y no puedo menos que compadecerte. Ánimo y gracias por el aviso. El primer cafelito cuando nos veamos lo pago yo.

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  2. Entrar en una sala sin haberlo planeado antes, y sin consensuar apenas pues solemos elegir la que está a punto de empezar, es algo que me ha pasado unas cuantas veces. De está forma me encontré, hace ya años, con maravillas como Azul o como Las invasiones bárbaras. Pero esta vez no hubo tanta suerte.

    Y... ¡vale! te tomo la palabra, pero el siguiente me toca a mí :)

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