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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Los místicos de siempre

A mí, el enfoque historiográfico que se reduce a batallas, reinados y conquistas acaba aburriéndome un poco, la considero una perspectiva machista y sesgada que apenas se fija en lo importante. Pero existen episodios más domésticos que explican muchas cosas, como la rotunda negativa a proclamar el sufragio universal por parte de algunos de aquellos prohombres republicanos que más tarde se jugarían la piel en nuestra guerra civil por defender los derechos de los débiles. ¡Asómbrense! Se negaban a otorgar el voto a las mujeres convencidos de que estas votarían lo que les indicase su confesor y, por consiguiente, la izquierda no ganaría jamás. Ese es un ejemplo, quizá comprensible, pero aún así paradigmático de la más ofuscada y ramplona actitud ante el ineludible avance de los tiempos.  

Hablando de feminismo, en alguna ocasión he comentado que resulta más que previsible todo lo que nos ocurre a las mujeres, que nadie se puede rasgar las vestiduras de pronto, pues ¿qué se puede esperar de una sociedad que ha entronizado la efigie de una señora sentada a perpetuidad con un niño en los brazos? La maternidad es maravillosa y fundamental en la vida de las mujeres, ni más ni menos que la paternidad en la de los hombres. Pero esa imagen pasiva, blanda, cuya movilidad y amplitud de pensamiento se encuentra lastrada por el niño que descansa en sus rodillas, ha hecho muchísimo daño a los tiernos infantes de ambos sexos que habían de toparse con ella desde el momento en que abrieron los ojos. Antiguamente, en todos los sitios: casa, escuela, iglesia, establecimientos de toda condición y hasta calles, ahora (desde el advenimiento de una democracia en la que hemos creído durante demasiado tiempo o desde que nos inventamos que habitábamos un estado laico ¡qué risa!) las efigies virginianas parecen proliferar algo menos, pero el ciudadano de cualquier edad continúa teniéndolas grabadas a fuego en su inconsciente.

                                                                    
Una madre a la que ni siquiera se le ha permitido el legítimo placer de una concepción biológica! Porque esa es la otra imagen virginiana que redunda en nuestro perjuicio. Se idolatra a una mujer depositaria de todos los sacrificios y fatigas que la maternidad acarrea, quizá también de sus gratificaciones, pero hurtándole la inicial y legítima. Esto tiene el insidioso efecto de colocar bajo sospecha a cualquier fémina común y corriente que quizá tenga la osadía de disfrutar cuando concibe. (Incluso cuando sus sensaciones no producen ningún fruto, ¡socorro!) Todo esto puede sonar antediluviano pero no lo es tanto, por desgracia. La iglesia católica (y demás credos) continúa divulgando esta doctrina y mostrando unos iconos que nos colocan en el lugar más bajo de la escala humana: el de servicio. Un mero objeto de placer y servidumbre, eso es lo que seguimos siendo en el fondo de muchas mentes, incluidas unas cuantas –quizá demasiadas– femeninas. (Puede que alguien se acuerde de aquellas novelitas de iniciación de los años sesenta, El Diario de Ana María, subtitulada significativamente Dar, que se transformaba en Amor en el caso de El diario de Daniel).

Una vez aceptado el hecho de que continuamos cosificadas, ¿a quién puede extrañarle que se nos destruya cuando ya no servimos a los objetivos de nuestro dueño? No nos damos cuenta, pero en un mundo donde cualquier muerte violenta produce un escalofrío social, las nuestras no rebasan el rango de mera estadística. Y ahora se publicitan, lo que significa que ¡para colmo! tenemos que alegrarnos de haber dado un paso adelante. Sin embargo es cierto, hasta hace relativamente poco ni siquiera contábamos con ese derecho, ya que “los trapos sucios se lavaban en casa” (sic) y lo sucedido no era otra cosa que un comprensible crimen pasional (sic). Deberíamos dejar todo lo que estamos haciendo (trabajos, diversiones, reposo) y salir a la calle por centenares cada vez que se produce una muerte, paralizar medio país durante el tiempo necesario. No negaré que nuestra pasividad arrastra su parte de culpa; en nuestro descargo apunto que hemos nacido con ello, que forma parte del paisaje y ni siquiera somos capaces de advertir que en demasiadas ocasiones no se nos trata con el debido respeto y otra multitud de pequeños detalles que, en realidad, minan nuestra autoestima y nos relegan a esa mentalidad de hechos consumados, a esa resignación congénita que hemos disfrazado de dignidad y que no es más que cobardía, miedo a caer todavía más bajo en el clima de reputación victimista que nos adjudica la opinión pública.

Pero la historia ha demostrado que cuando la basura se tapa acaba pudriéndose y que los grupos sojuzgados solo han conseguido levantar cabeza tras una dura lucha contra un estado de cosas a todas luces injusto. Se argumentará que existen los movimientos feministas, pero últimamente son tan débiles y están tan denostados que ni siquiera son capaces de impedir el vertiginoso retroceso que se produce día tras día delante de nuestras (pasivas) narices.


2 comentarios:

  1. De acuerdo total con lo que escribes.

    Soy de natural poco dada a la bronca, ya que me río hasta de mi sombra, pero me saca de mis casillas las mujeres que dicen "no soy feminista, soy femenina" o eso de "el feminismo hoy en día es muy anticuado ¿no?"

    Este año 2014 han sido asesinadas en España 58 mujeres, sólo por el hecho de serlo, sin contar a sus hijos como venganza hacía ellas o a familiares próximos.

    Un dato que corrabora lo que dices: en España las mujeres asesinadas por su parejas masculinas superan a las víctimas de ETA. ¿Alguna reacción especial?

    En una encuesta Europea publicada hace muy poco leo:

    "La encuesta ofrece datos tan reveladores como que el 18% de las mujeres ha sido objeto de acoso a partir de los 15 años, un 5% de las mujeres lo habían experimentado en los doce meses previos a la encuesta y una de cada veinte mujeres (5%) ha sido violada desde los 15 años"

    Y eso ciñéndonos sólo a lo que llamamos "primer mundo" Mas allá esta el horror para las mujeres sólo por ser mujeres.

    La maternidad, aun ejercida con pasión y voluntariamente como es mi caso, es un peso que no nos deja volar a nuestro aire. No necesitamos mitos ni símbolos que nos condicionen y nos hagan invisibles una vez cumplido nuestro fin de procrear.

    Muchos besos, y que pases unas Fiestas estupendas.

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  2. Igualmente, Tesa. Para mí la maternidad también es eso y así la he ejercido, lo que digo sobre los símbolos no está desvalorizándola, al contrario. Pero se ha pretendido que los hijos sean las cuerdas que atan nuestras manos, la mordaza que tapa nuestras bocas, la nube que invade nuestras mentes y es a ESO a lo que me opongo. Lo digo para el resto de la audiencia, pues estoy segura de que tú me entiendes.

    Mira, leo tu comentario cinco minutos después de haber encontrado esto en facebook. Así que no me resisto a dejarlo aquí, para ti y para cualquiera que tenga la mente abierta. Los demás ni os molestéis.

    .http://www.publicoscopia.com/opinion-sociedad-vidas-gentes-medio-ambiente-ciencias-salud/item/2759-hembrismo-feminazismo-mito-o-realidad.html

    Un beso

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