Páginas

miércoles, 15 de octubre de 2014

Catalanismo

Diada catalana con independentistas y también con aquellos que quieren una España unida, septiembre 11, 2014. (David Ramos/Getty Images)) Fuente: La Gran Época
Es curioso. Llevo toda la vida escribiendo y tengo por ello cierta aureola de marciana, pero nadie me ha preguntado nunca por qué escribo. Ahora en cambio, nadie se explica el motivo de esa extraña afición mía por los blogs. Imponerse obligaciones periódicas, sentarse al ordenador sin que nadie te lo pida, dirigirse a unos lectores desconocidos, esforzarse en pulir frases solo para publicar de vez en cuando un puñado de ideas de forma casi anónima y sin ninguna retribución. Cuando navegas por la red, parece que todo el mundo participa de esta tertulia universal, limitada exclusivamente por los idiomas que maneja cada uno. Y no es cierto: la gran mayoría de la humanidad, incluso si utiliza habitualmente internet, vive al margen del fenómeno bloguero, no tiene ningún interés en acercarse a él, no entiende cómo funciona ni le importa y tiene de ello una idea confusa y bastante equivocada por cierto.

Un blog ¿eso qué es? ¿Por qué pierdes el tiempo con eso? ¿Es que te pagan? Oye, ¿hay que pagar por escribir?

Por fin, y aunque me consta que ninguno de ellos va a leerme, ha llegado el momento de contestar a sus preguntas.

¿Por qué escribo? Bueno, y ¿por qué no?

Me explicaré.

Unos cuantos –los que pueden– componen largos discursos, otros, habitualmente los mismos, se dejan entrevistar por la prensa, muchos salen a la calle a manifestarse, componen pancartas, abuchean, gritan.

Yo solo tengo este espacio.

Se habla mucho de democracia, de reclamar del ciudadano su criterio, pero a algunos – a demasiados, tantos que somos mayoría (esa mayoría silenciosa que parece no contar en absoluto, de tal forma que hasta la expresión ha caído en desuso últimamente) – nadie nos pregunta.

Escribo porque no puedo hacer otra cosa, porque siempre he escrito, porque necesito expresarme con palabras.

La mayor parte de la gente no escribe. Se desahoga en familia o en el bar, o nunca dice lo que piensa, o solo piensa en lo práctico. Son quienes dan por hecho que determinadas cuestiones no van con ellos y se esfuerzan (a mí me parece que eso tiene que costar) en ignorar todo lo que – según creen ellos – al no afectarles directamente en un principio, no les atañe en absoluto.

Craso error. ¿Cómo era eso de que el aleteo de las alas de una mariposa en Hong Kong… o era en Berlín.

No me explico cómo, a estas alturas, se puede comulgar con la idea de que el asunto de la consulta catalana afecta solo a los catalanes.

Una idea que se ha generalizado debido a que los que cortan el bacalao en nuestro actual país –sea cual sea su pelaje– han conseguido trasladar el tablero de juego a un terreno ajeno a nosotros, como si al resto de españoles no les importase la naturaleza y extensión del territorio. Pero no es cierto.

Los catalanes ven el panorama así: a un lado, gobierno y pueblo catalán (con sus opiniones a favor o en contra de las premisas soberanistas), en el otro extremo, el gobierno español. ¿Y qué pasa con nosotros? ¿Es que los murcianos, coruñeses, riojanos o toledanos no existimos, no contamos para nada, somos simples marionetas en manos de unos y de otros? Parece que es eso, porque se nos ha borrado de un plumazo de todas las polémicas, sea cual sea el signo de los polemistas.

¿Ha llegado el momento de cambiar la constitución? Puede ser. Pero que cuenten también conmigo para hacerlo.

¿Es posible que se modifique radicalmente el territorio que ha visto nacer y morir a nuestros abuelos durante más 500 años? De acuerdo, es un asunto abordable, pero exijo que se me consulte.

Polemizar no está en mi ánimo. Olvidemos apasionamientos y, como siempre que hace falta sacudirse prejuicios, echemos a volar la imaginación y visualicemos una Cataluña independiente desde años atrás, compuesta por una población feliz y contenta, incluso próspera, que vive en paz y armonía entre sí y con las naciones de su entorno.

Bien. ¿Estamos ya lo suficientemente familiarizados con las imágenes de esa película? Entonces abramos los ojos, pero guardemos sus fotogramas en la mente.

Estado idílico, pues. Después de –pongamos– cincuenta años de ese estado de cosas todo marcha como la seda. Vayamos ahora un poco más allá. Una de las cuatro provincias, la que sea, Tarragona sin ir más lejos pero serviría cualquiera de las cuatro, decide independizarse, establecer un estado uniprovincial.

¿Qué?

No se trata de ningún desvarío sino de una estampa perfectamente imaginable. Si no me creen, recuerden que en fechas tan recientes como 1992, mientras en Sevilla se celebraba la efeméride denominada Expo –es decir, la exaltación de lo ocurrido en 1492, fecha en que se reunieron los diversos reinos peninsulares creándose el actual estado– Barcelona, con la mayor tranquilidad y euforia, celebraba en su territorio nuestros juegos olímpicos. Sin mencionar todo el apoyo que, a lo largo del período democrático, han recibido del (casi inamovible) gobierno catalán, los sucesivos jefes de gobierno español para obtener jugosas mayorías y sacar adelante con la mayor comodidad  sus propuestas parlamentarias.

Entonces no podíamos ni sospechar que los acontecimientos fuesen a tomar esta deriva. ¿Por qué no vamos a pensar que más adelante un fragmento de ese hipotético estado catalán desee igualmente vivir por su cuenta? Sigamos imaginando esa estampa enmarcada en un futuro más o menos próximo, más o menos posible. A despecho de la Constitución proclamada en 2015 –recordemos que nos hemos trasladado al futuro– Tarragona propone la celebración de un referéndum.

¿Alguien puede suponer que los habitantes del resto de las provincias no reclamarían su legítimo derecho a decidir? No me vayan a contar el cuento de que, en el caso de que Tarragona desease convertirse en nación, los barceloneses, gerundenses y leridanos se cruzarían de brazos tranquilamente. No señor, yo no me lo puedo imaginar. Estoy convencida de que mantendrían una actitud incomparablemente más combativa que los españoles de a pie de estos tiempos, que, como ahora pero desde el otro lado, exigirían con todas sus fuerzas el reconocimiento de su derecho a decidir. Porque son más participativos, más conscientes de sus prerrogativas ciudadanas o vaya usted a saber, pero la pasividad actual que se respira en España, simplemente, no es extrapolable a Cataluña. Ellos reclamarían, con toda la razón, que se les preguntase a su vez. “No nos negamos a que vote Tarragona –puntualizarían- pero el resto de provincias catalanas también tenemos derecho a opinar”.

No hay como ponerse en la situación del otro para poner las cosas en su sitio. Por supuesto habrá quienes no lo reconozcan, no por falta de imaginación sino porque, de momento, la situación planteada tiene escasa probabilidad de producirse y, por tanto, es indemostrable a día de hoy. Y eso proporciona el opinante una coartada estupenda.

Nos llenamos la boca de palabras: democracia, justicia territorial etc. y, precisamente, en ese contexto, jugar limpio es de ley. No pido más que una cosa: honestidad intelectual. Pero auténtica. Reconocerán que es un bien escaso en ambos campos. Si no me creen, pregúntense por qué ni unos ni otros han planteado esa posibilidad. Yo se lo digo: porque preguntar a todos supone un riesgo para ambos.

Sin embargo, ¿no es lo más justo?

Piensen.

8 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con tu planteamiento de que todos tenemos derechos a opinar. Si aceptaran realizar el referéndum, todos -tanto los que están a favor de la independencia como los que no lo están- podrían exponer su criterio.

    Dicho lo anterior, siguiendo con tu propuesta de imaginar, con bondad, imaginemos por un momento que por decisiones políticas/económicas la UE decide que España pase a formar parte de Alemania (por poner un ejemplo) y por lo tanto, a partir de ese instante, dejara de ser un país independiente, como lo es ahora, y pasara a ser un estado más del territorio germano. Por supuesto el idioma oficial sería el alemán, el castellano desaparecería de las escuelas, de los medios de comunicación, de todo ente público..., quedando relegada su habla al entorno familiar.

    ¿Podemos imaginarlo? Es la otra cara de la moneda. Para hacerse a la idea no hace falta pensar en un futuro posible sino en un pasado real.

    Un saludo y enhorabuena por cómo escribes.



    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que viene a continuación entre comillas es lo que he escrito a las 15.45. Ha desaparecido, pero lo he recibido en mi correo, señal de que lo he mandado correctamente.

      "Jeje, Erre. Gracias por lo el halago, pero me he debido explicar de pena. Me da la impresión de que se entiende justo lo contrario de lo que digo aunque no lo puedo asegurar. Seguramente, al decir que yo TAMBIÉN quiero votar, doy por hecho que mis lectores saben que no soy catalana. Lo que quiero decir es que tiene derecho a votar todo el territorio español, no solo Cataluña, y que sea todo el conjunto de la población quien exprese sus deseos sobre el territorio español, ya que la independencia supondría un menoscabo del territorio y eso le afecta a un sevillano lo mismo que un tarraconense.

      Sobre lo de que llegásemos a formar parte de Alemania, me parece improbable siendo socios comunitarios, aunque ahora mismo da un poco igual, conservamos el idioma pero en muchas cosas mandan ellos, algo que cualquier gobierno español salido de las urnas debería esforzarse en corregir.

      Decirte también que comentarios como el tuyo son los que dan vida a un blog, me alegro mucho de que te hayas pasado por aquí y hasta pronto. :)"

      Ahora, horas más tarde y tras leer el comentario del guachimán, creo que he interpretado mal tus palabras. Pero Erre, ¿quién con un mínimo conocimiento del pasado y el presente puede imaginar ni por lo más remoto que cuando hablabas de Alemania y España te estabas refiriendo a España y Cataluña? Al menos, eso es lo que deduzco del comentario siquiente y puede que vayan por ahí los tiros pero, perdona guachimán, casi no puedo creerlo.

      Aquí, Erre, no hay ningún predominio. El territorio peninsular estaba fragmentado y luego se unió (en 1942, como digo más arriba) según el criterio de "Tanto monta, monta tanto", seguro que te suena esa frase. En algunas zonas el latín había evolucionado de otra manera y una de ellas conservaba un idioma ancestral, y se respetaron aceptándose el castellano como idioma unificador. Cosa que no hicieron los franceses, por ejemplo. Ellos tenían el oc y el oil y se cargaron el primero porque ellos sí que son centralistas. Dejaron tan poca huella del asunto que ya la gente ni se acuerda.

      Lo que quiero decir es que todo ese grupo de territorios se unió con los mismos derechos. Si Madrid es la capital es porque estaba céntrica. Tampoco yo estoy de acuerdo con el gobierno, a los que vivimos en zonas con una única lengua no nos invitan a comer al palacio real ni a la moncloa y tenemos los mismos problemas que todos. Es más, si hace diez años, incluso cinco, hubiesen propuesto que se trasladase la capital a Barcelona o a Sevilla (por poner dos grandes urbes) y lo hubiesen argumentado racionalmente, me hubiese parecido bien. Vivir en la capital del estado no supone ninguna ventaja, al contrario, es bastante incómodo y molesto. Para mí Barcelona siempre ha sido la segunda capital de España, he veraneado de niña en Cataluña y, escuchando hablar a los de allí, así que pensaba -y sigo pensando- que el bilingüismo es una ventaja enorme.

      Este es el sentimiento del resto de la gente de a pie, no nacionalista. Pero bueno, después de lo de Alemania, no sé si voy a ser capaz de hacerme entender, por mucho que razone, ni sé si vas a creerme Supongo que son muchos años de haber identificado al gobierno con madrileños, andaluces etc. Y eso no se borra así como así.

      Eliminar
  2. Hola, Molina. Estuve en la manifestación del 12 de octubre en la plaza de Cataluña de Barcelona, en la que unos cuantos miles de personas, convocadas por Sociedad Civil Catalana, declaramos nuestra negativa al demencial artificio del separatismo catalán y de un señor que, en cualquier país civilizado y democrático de verdad, ya estaría separado de su alta magistratura estatal y rindiendo cuentas por sus desmanes. ¿Se puede formar parte del sistema como alta autoridad y ser a la vez un declarado antisistema? Naturalmente que no, pero eso es lo que se le está dejando hacer a Artur Mas en este país de locos. Y además, disponiendo a sui antojo de mucho dinero público para sus megalomanías absurdas, dinero público que en Cataluña escasea para pequeñeces como, por ejemplo, la sanidad. Está claro que ese referéndum, un abuso de ley y un atentado contra la convivencia y el progreso de España y de Cataluña, no se va a celebrar, la pena es que el mucho daño que se nos ha hecho a todos ya no habrá quien lo remedie. Coincido al cien por cien con tu razonamiento y tus inquietudes. Sabes que a mí, nacido en Barcelona, estos "demócratas", por el hecho de vivir en un lugar del resto de España, no me dejarían votar, pero sí podría hacerlo si viviese, por ejemplo, en Beirut o en Chicago. ¿Cómo se sostiene esto? A la persona que comenta como eRRe 15 le pediría que fuese un poquito más seria. La situación de Cataluña, un territorio con centenares de años de pertenencia a España y que formaba parte de ese reino de Aragón que en el sigo XV, con su unión con Castilla al casarse Isabel y Fernando, fue el origen de la actual España, no es para nada comparable con ese absurdo planteamiento que propone.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola guachimán. Escribí este artículo a principios de mes, mucho antes del 12, Parecía que mientras tanto no iba a cambiar gran cosa, total solo han pasado diez o doce días. Pero esto lleva un ritmo veloz. El proyecto de Mas se desinfla cada vez más rápido y no parece que tenga vuelta atrás. Era la consecuencia lógica, no se pueden imponer los criterios de un sector por narices. Pero aparentaba (y utilizo el término con toda la intención) tanta seguridad que hacía dudar a cualquiera. Pensabas: o se pega el batacazo o se sale con la suya. Todo indica que va a ocurrir lo primero, y quizá sea todavía más gordo que el Ibarretxe.

      Pienso que, a estas alturas y tal como han ido las cosas, se debería realizar un referendum para debatir si se reforma la constitución en el aspecto territorial. Quizá también en otros asuntos, como la monarquía. Desde 1978 han cambiado mucho las cosas. Pero, repito, tendremos que decidirlo todos, no privilegiar a un territorio para que pueda decidir por su cuenta.

      Eliminar
    2. El problema con los jueguecitos insensatos de Mas, Jonqueras y la inefable Carmen Forcadell es que han introducido la crispación en el debate y me temo que una importante fractura social en Cataluña. Por si esto fuera poco, han convencido a los separatistas más radicales de que están en posesión de la verdad, lo que los ha vuelto más agresivos de lo que de por sí eran, a ver en qué acabamos. ¿Reforma territorial? No estaría mal. Te diré que yo pertenezco a ese 22% que, según las encuestas, prefieren un estado centralizado. ¡Lo que nos ahorraríamos en muchas cosas! Y, en todo caso, si se mantiene la descentralización, que se supriman cosas como el cupo navarro y los conciertos vascos, verdader discriminación sufrida, cosas de España, por la mayoría de las comunidades.

      Eliminar
  3. En este tema tengo el corazón partido. No soy ni de patrias ni banderas ni nacionalismos, que quede claro. Soy de izquierdas, aunque esté pasado de moda.

    Como dice Serrat, "donde haya pan y vino tengo mi hogar" o como digo yo, "mi patria es la gente que amo"

    Soy madrileña de nacimiento, he vivido en varios lugares de España y 36 años en Barcelona, adoro Barcelona, y ahora por circunstancias familiares he vuelto a Madrid.

    No voy a hablar de política ni de Historia ni de territorios, sino de sentimientos, y el desprecio que he visto en algunos lugares por los catalanes siempre me ha asombrado, pues por el contrario yo me he sentido acogida y querida por ellos.

    Durante la campaña promovida por el PP contra los catalanes, fue otra época que viví en Madrid, nadie me lo ha contado, no me podía creer ese odio, oír a gente decir que no había que comprar productos catalanes y pedirme mi firma contra éstos apoyados por el PP.

    Tengo que confesar, que me he sentido peor tratada en Madrid por parecer catalana, que en Cataluña por ser madrileña y hablar el catalán con acento castizo.

    Vamos a la votación: No entiendo por qué no pueden votar, y ver qué opina la mayoría y luego que se reunan los políticos y, para variar, aporten solucciones.

    Está claro que hay que cambiar la Constitución, porque aquello de la Transición fue un apaño que nos ha dejado demasiados descosidos.

    Y si hablamos de Historia, está claro que a los españoles nos falta práctica democrática, en eso somos unos bebés que apenas tenemos unos meses en la República, un amago con la Regente María Cristina en el siglo XIX y lo que llevamos desde el 78, aunque estos últimos años con el PP dudo que se le pueda llamar democracia.

    Volviendo a los sentimientos. Con todo este rechazo, sólo se ha conseguido una cosa, que los independentistas en Cataluña, que eran una minoría que no pasaba del 24% se han duplicado en este momento.

    Más y su partido están acabados. Los catalanes les castigaron en las urnas ya cuando se subieron en marcha a este proyecto y adelantaros las ellecciones creyendo que los votarían en masa, y según las propias encuestas siguen bajando en intención de voto. Sube Esquerra, irrumpe Podemos...

    El Catalán es el único Parlamento de España en el que se refleja la diversidad. Hay seis Partidos. Pero eso se obvia.

    Los catalanes son unos sentimentales, son tenaces, y tienen en su ADN lo de asosciarse en barrios, collas, festejos... Por eso son capaces de movilizarse y alimentar ese sentimiento de "si no nos quieren, pues nos vamos"

    No hace falta que nos partamos de los Reyes Católicos, todos estos lodos vienen del Rechazo al Estatud y la actitud prepotente y nacionalista-españolista del PP.

    Me sorprende que el nacionalismo vasco, que usó pistolas para defender su peculiaridad con la complicidad de la mitad de un pueblo callado, y que ahora goza de una amplia autonomía, hasta tienen su Propia Hacienda, no genere tanto rechazo, no sé si será miedo o que hacen como dios el bacalao al pil pil.

    Nunca he visto una pancarta equivalente a esta que si he vi en varias manifestaciones en Madrid:

    "ETA no, vascos sí"

    Entre tú y yo, si pudieras "desapuntarte" de este Gobierno, de sus corruptos, de estas tramas que parecen guiones de Mortadelo y Filemón, ¿no te tentaría?

    Un beso,

    ResponderEliminar
  4. Tesa, guapa. Lo primero, gracias por tu generosidad al comentar tan con el corazón en la mano.

    Voy a empezar por el final. Por supuesto que querría desembarazarme de esta "joyita" de gobierno, que es que lo tiene todo. Pero al menos se ha desenmascarado, parece que la gente no entendía que, desde siempre, su objetivo es defender al gran CAPITAL, así, con mayúsculas, y parece que también, hacerlo. (Hacer capital con la política, se entiende) Eso de partido "popular" es una trampa y mucha gente honrada y sencilla ha caído en ella, debería estar prohibido poner nombres tan engañosos a cualquier producto incluido este. ¿Te imaginas que vas a comprar una lata de tomate Tararí y te encuentras sardinas dentro?

    Bueno, que me voy por las ramas. Pero no tanto. En este país aún no existe cultura política, aunque la gente está aprendiendo ahora a toda marcha. Y, para eso, entre otras cosas, necesito (necesitamos) a los catalanes, mucho más realistas, más cultos, a los que no se da gato por libre tan fácilmente. Se les puede engañar, como a todos, (Pujol), pero habitualmente saben mejor por donde se andan que el resto del país. ¿Qué vamos a hacer sin ellos? ¿Caeremos en manos sucias mucho más que hasta ahora?

    Por otra parte, me extraña que tú, nacida en Madrid, pienses que aquí no se quiere a los catalanes. Yo no tengo esa impresión. Claro que si alguien te repite que te cae mal y no es cierto, y quiere alejarse a toda costa, te molesta. Pero eso es ahora con este asunto de la soberanía. Me he pasado la vida poniendo como ejemplo a Cataluña de cosmopolitismo, apertura de ideas, caracter trabajador y emprendedor... Yo también nací en Madrid. Por circunstancias, viví cuatro años en una preciosa ciudad castellana y me arrepentí de no haberme ido a Barcelona aunque estuviese lejos de la familia y esas cosas. Mucha gente que había pasado allí un tiempo hablaba maravillas de lo bien que se había integrado, lo acogedores que habían sido con él etc.

    Ese odio del que hablas lo tiene el gobierno. Siempre pienso que el error está ahí: se confunde al gobierno con los ciudadanos y no es justo. Este gobierno odia a toda la gente de a pie, o se comporta como si nos odiase. Seamos catalanes, sevillanos o de Burgos.

    Y ¡claro! Tesa. ¿Cómo vas a ver una pancarta que diga "ETA no, catalanes sí" si en Cataluña no hay ETA? Han conseguido tener carácter, imponerse sin un solo gramo de violencia. Creo que eso, por contraste, siempre lo hemos valorado todos. Que quiera seguir formando parte del mismo estado que los catalanes no significa que me caigan mal, al contrario. Y, por encima de todo, quiero tener derecho a opinar. Referendum sí, pero para todo el territorio conocido hasta ahora como España. No veo por qué pueden opinar ellos y yo no. Sin contar que hay muchos catalanes que viven fuera y no se les permite votar por no vivir allí. ¿No crees que eso no es nada justo?

    Tengo una historieta en la cabeza. Me la has inspirado tú y, si consigo sacarla adelante, servirá de relato para un próximo post.

    Besos

    ResponderEliminar

Explícate: