Sobre
estas cuestiones planea el pasado de los conquistadores, la encrucijada que se
presentó ante ellos hace ya unos cuantos siglos. La figura de Lope de Aguirre y
de su hija aparecen envueltas en una fantasmagoría efímera, deudora del
realismo mágico latinoamericano. La documentación histórica junto a ciertas
visiones de las protagonistas, así como ritos esotéricos de los nativos
servirán para aclarar enigmas. Aunque no todos. Intuimos que por debajo de las
apariencias subsiste otra realidad, paralela y cargada de misterio, que
contiene la fascinación de lo inquietante y, por tanto, contribuye a aumentar
la tensión, a añadir un tipo de intriga distinto en un ambiente tan cargado
que, en ocasiones, se diría a punto de explotar, como si globos invisibles
cargados de dinamita flotasen en el aire.
“Semioculto por los telares que adornan el altar instalado en la fachada de la iglesia, un hombre mestizo, con una cicatriz cruzando la mejilla izquierda, no se pierde detalle de la fiesta.”
Todo
esto, pasado y presente, enmarcado en la omnipresente naturaleza, en esos ríos,
esos desfiladeros, esos árboles y fieras, que acompañarán a los personajes en
todo momento pues cuentan con vida propia en estas páginas. Se nos enfrenta a
la presencia determinante del medioambiente para todos nosotros, por mucho que
nos empeñemos en ignorarla. Tanto el próximo como el más alejado, porque en
este planeta todos y cada uno de sus elementos se mantienen en permanente
interconexión: tiempo, espacio, grupos humanos, el mundo animal, vegetal y
mineral y el hombre como una especie más de esos mundos. Y esta es la principal
consecuencia que puede extraerse de esta historia.
“El muchacho deja la mente en blanco y la atención en el entrecejo. Allí visualiza un poderoso jaguar. Los latidos de su corazón se hacen más lentos, la respiración apenas se le nota. Yagüire tiene que morir, al menos ritualmente, para dar vida a su tótem. Va sintiendo cómo crece su pelo, transformándose en cerdas que le cubren todo el cuerpo. Sus uñas se convierten en garras y en la boca crecen afilados colmillos. Si rugido hace que los monos agarren las lianas y escapen en tropel a otros árboles, los más alejados de la temible fiera.”
La
trama se inicia cuando los padres de Victoria deciden trasladarse a Perú con la
intención de poner su profesión de médicos al servicio de las gentes del lugar.
Ella les acompaña, no de muy buena gana al principio, pero acabará atrapada por
el embrujo de la naturaleza, el misterio del lugar, seducida por el encanto de
sus gentes y por su forma de vida, implicada tanto en las incipientes
relaciones amistosas y amorosas que van surgiendo como en la denuncia de los
abusos y el apoyo de las justas reivindicaciones de los moradores de la
región.
Como
decía, se advierte claramente el influjo del realismo mágico en las visiones
que asaltan a Victoria y su amiga, aunque ellas las intentan racionalizar
documentándose todo lo posible. Buscan asesores, consultan libros, es evidente
el paralelismo entre el afán de los personajes por conocer la verdad y el que
manifiesta la propia autora. Al lector no se le oculta el ingente trabajo de
investigación que hace falta para alumbrar una obra como esta, un esfuerzo más
que meritorio y que, de haberse eludido, hubiese dado lugar a un producto
infinitamente más frívolo que este.
“Ante las muchachas, como en una película proyectada sobre la pared rocosa del agua, se van sucediendo escenas de una época antigua, pero con los mismos paisajes que las rodean ahora. (…) Un caballero, que responde a la descripción de Lópe de Aguirre, entra corriendo en la cabaña más grande. Allí se reúne con la muchacha de piel cobriza y ojos de color azul violeta. El hombre habla a la joven india y esta lo escucha con gestos que denotan miedo. El supuesto capitán marañón llora desesperado y, sacándose del cinto una daga, la hunde en el pecho de la muchacha mestiza, que cae muerta al instante.”
Isabel
Anaya ha conseguido, no solo mostrar esa selva, sino que nos sintamos inmersos
en ella, que nos encariñemos con quienes la habitan y hagamos nuestros sus
problemas e ilusiones. Con Oroa, fray Fulgencio, los contrincantes Ciriaco y
Yagüire, con Chole, con la hechicera Alia, el doctor Jaime Fonseca y su esposa,
el comisario Gándara, Wikachole, Chuyaki, el arrepentido Facundo, pero también,
nada menos que con el histórico personaje de Lope de Aguirre y su hija Elvira,
que pretenden enviar un mensaje a la época presente.
Por
fin, entre tanto acierto, encuentro un elemento que –a mi juicio, completamente
subjetivo– lastra ligeramente el conjunto. Es el afán didáctico, excesivo
quizá, sobre todo en las primeras páginas.
PRIMERA
EDICIÓN 2012 – MITAD DOBLE EDICIONES – PRÓLOGO DE AUGUSTO LÓPEZ – PÁGINAS: 303
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