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martes, 20 de agosto de 2013

Don Rufo bufa: Rajoy y la otra puerta



 En una ocasión comparé a Rajoy con un molusco, ahora ha metido la cabeza bajo la concha y solo la ha sacado el 1 de agosto, cuando España entera se consumía un año más en el chapapote del atasco o rodando sobre los raíles del tren. Es verdad que muchos no pueden permitirse esos lujos, pero tampoco ven la televisión por falta de suministro eléctrico. No se han perdido nada, Rajoy se limitó a repetir lo mismo de siempre, sin pruebas ni razonamiento alguno, pero ese cinismo, esa cara dura, al pretender que estaba explicando algo o comunicando alguna novedad, no solo era digna de verse sino ante todo y sobre todo de quedar grabada para futuras generaciones como ejemplo de hipocresía e ineficacia política. Y ahora, en esta España donde muchos no solo no tienen para pagarse las vacaciones sino que les falta hasta el pan y la sal, nuestro presidente ha encontrado una nueva concha en que ocultarse o, mejor dicho, un peñón.
No es que el de Gibraltar me parezca un asunto baladí. Nunca he entendido por qué los sucesivos gobiernos no han sido más combativos con él. Pero, puestos a no entender, lo mismo me pasa con otros muchos comportamientos (por ejemplo el que mantenemos respecto al Sáhara y algunos bastante más domésticos) ante los que nadie parece sorprenderse. Incluso es posible que, en el estado actual de cosas, en este revuelo que se ha montado como serpiente de verano para entretener a los ociosos no vaya a ser que  se pongan a pensar, el gobierno español tenga su parte de razón, o toda, da lo mismo. Porque lo de menos hoy día es el asunto de la pesca, el del contrabando de tabaco, los bloques de hormigón, el traslado de arena, el ministro principal, la intervención de Bruselas. Lo que me preocupa –naturalmente, sin despreciar ninguna de las cuestiones mencionadas– es que hayan vuelto a utilizar la cuestión nacionalista, a agitar las pasiones soterradas, a remover las vísceras del personal. Que, por cierto, todavía tiene los pies a refrescar pero ya veremos cuando vuelva todo el mundo. Se han encontrado con que ya no pueden utilizar el tema vasco –pues por mucho que manipulen, compliquen, estiren como chicle sus consecuencias, ahora mismo no convencerían a nadie– y que de repente los gibraltareños hayan tenido a bien darnos un poco de guerra les ha venido de miedo. Esta es una noticia que en cualquier otro momento se hubiese presentado como un asunto local (mucho más de lo que es en realidad ya que no suele interesar remover el asunto) y que, precisamente ahora, convenientemente amarilleada por los medios –que cada vez son más hábiles en esto–, retocada, exhibida, repasada hasta el detalle, sazonada de ingredientes populistas y presentada en su lado más emotivo (no olvidemos que cualquier suceso lo tiene y que aparece o no según convenga) volverá a exaltar el –hasta el momento– sosegado patriotismo de los televidentes.
 
 
Ya preveía el ministro Margallo, nada más acceder al cargo, que Gibraltar iba a ser el clavo ardiendo al que poder agarrarse en caso de que viniesen mal dadas. Su exclamación “¡Gibraltar español!” apareció en los medios como una anécdota chusca pero yo creo que lo dijo precisamente para ser grabado, que era un aviso a navegantes. No les cabía duda de que iban a necesitar algo así porque el arsenal de recortes, desahucios, legislación contra los trabajadores y demás, estaba lista desde mucho antes de ganar las elecciones. No contaban con la cascada de casos de corrupción que ha saltado a la opinión pública, con la vergüenza e indignación que consume al país entero, y menos aún con que ellos mismos –el partido en bloque y no solo alguna cabeza aislada– iban a quedar en evidencia con la vinculación al caso Gürtel de su propio tesorero y toda la sarta de vergüenza y escándalo que ha rodeado este asunto. Ahora, no solo es indispensable sacar al peñón en primera plana, además hay que hacerlo con campanillas. Aún más, con trompetas retumbantes. Escandalizarse con cada comentario del exterior, apiadarse falsamente de los pescadores perjudicados, lamentar el impacto ambiental, alarmarse por las consecuencias económicas del contrabando tabaquero.
¡Hay que ser hipócritas! Injusticias territoriales, contrabando, perjuicios económicos se están produciendo a diario, se han incrementado exponencialmente en los últimos tiempos, continuamente se vulneran  los derechos humanos, con el apoyo o no de la ley y, fuera de los propios afectados, a nadie parece importarle mucho. Es más, cualquier amago de protesta se ha reprimido duramente, se desacredita a todas horas a las víctimas de la crisis, se las silencia. Que se lo pregunten a los desahuciados, a los habitantes de las costas, a los parados eternos, a tanta gente a la que se calla la boca, a veces hasta agrediéndoles.
Cuando tenía cinco años –lo recuerdo perfectamente– soñé que caminaba por el largo pasillo de mi infancia, tan tenebroso en el sueño como me parecía en la vida real. Me topé con una puerta mágica que se abría a una sala repleta de luz y de gente, de música y palabras, una gran librería con bóvedas repletas de anaqueles y una actividad frenética. Niños jugando, adultos subiendo y bajando escaleras, un mostrador donde se vendían libros, un orador emitiendo palabras inaudibles para mí, una bailarina haciendo acrobacias… El día que habló Rajoy, todavía con el eco de su voz en los oídos, caí en un sopor profundo y volví a recorrer el pasillo, esta vez de mi casa actual, y a encontrar otra puerta misteriosa. Pensé que estaba clausurada pero a simple vista no la interceptaban más que dos cerrojos pequeños. Descorrí el primero, que cedió sin problemas. Me fijé en el de más arriba, aunque parecía obstruido lo moví con la misma facilidad. Empujé la puerta, despacio, con un poco de aprensión. Al otro lado se abría un pozo oscuro, profundísimo, que exhalaba una humedad heladora. La misma que dio lugar al sudor frío con que me desperté de un salto. Sí, aquel discurso producía pesadillas. A pesar de estar vacío. Como el pozo. O por eso, precisamente.
El país necesita otra puerta. Pero que no nos arroje al pozo como la que este gobierno ha abierto ante nosotros desde su llegada al poder. Ha de ser una puerta con salida al aire fresco, a nuevas ideas, independiente de las argucias interesadas de Alemania, abierta al pleno empleo, la prosperidad general, las nuevas ideas, la crítica constructiva, la ilusión. Una puerta que aporte soluciones igualitarias, algo que nunca, jamás, por mil años que gobierne, podrá aportar la derecha.
Por ello, posiblemente, sea indispensable una segunda puerta. Esta bien ancha, para que por ella salga el presidente y el gobierno entero con él.

2 comentarios:

  1. Que razón tienes y qué miedo dan con sus decisiones de ópera bufa.

    Han vuelto celebrando que tenemos 31 parados menos, 31, pero obviando que el 94% de los contratos desde que nos desgobiernan y en este momento son precarios, y que han bajado las altas en la seguridad social.

    Son patéticos esos intentos de desviar la atención con trasnochados discursos patrioteros.

    Son amorales e ineptos, no lo pueden remediar.



    Me ha conmovido ese sueño de tu infancia. La mía también necesitaba de sueños.

    Un beso,

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  2. Jeje. Dos blogs de dos soñadoras irredentas, pero que saben tener los ojos abiertos y los pies en el suelo y a las que no se les da con queso fácilmente. Los sueños también sirven para eso, ponen cada cosa en su sitio.

    Si todos esos mangantes e irresponsables supiesen soñar como es debido, no precisarían de corrupciones ni embustes y otro gallo cantaría a esta sufrida población que les soporta.

    Besos, guapa

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