Páginas

sábado, 16 de febrero de 2013

Charlas con Paco Tella: El cuerpo también tiene memoria


Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com

Vamos todos en tropel a celebrar el aniversario de Paco y Cristina. La casa parece estallar por sus costuras. Nos arremolinamos en el salón con vistas al parque dónde él ha paseado a sus hijos cuando eran pequeños, el que yo cruzaba todos los días hasta que me vine a vivir a las rocas. Hasta hace poco, al caer la tarde, era fácil adivinar su silueta en el bar que hay junto al mercado, apurando la copa de antes de la cena, discutiendo con su hablar recio, salpicando con puñetazos al tablero su discurso.

Escuchando sus risotadas de ahora, nadie diría –y menos que nadie sus viejos conocidos– que a veces no puede dar ni dos pasos. Todo ese músculo, la estatura, su pasión por la vida, el vigor aparente, se disuelven como aire, como ese mismo aire que no entra en sus pulmones porque se lo impide una obstrucción crónica. Paco, como sabemos de sobra los que estamos allí, respira mal, muy mal. A veces, le facilitan una bombona de oxígeno, otras sufre un ahogo súbito a causa de algún producto inhalado al albur. Su vida cotidiana, amenazada por esas eventualidades, necesariamente ha de parecerse a un infierno. Quizá ese es el mayor motivo para que su familia le mime tanto.

Los hijos abrazan mucho a Paco, a Cris un poco menos. Piensan que ella todavía les va a durar bastante, que ya habrá tiempo para carantoñas. Después. ¿Después de qué?

Paco ha competido como corredor, levantador de pesas, nadador, incluso ha boxeado un poco.

-Yo soy un "duro" bueno. – Suele decir.

Pero eso ya no es cierto. Ahora se ha convertido en un “blando” cascarrabias. Solo compite consigo mismo y es fácil que le venza la pereza. Como ha de pasar largas temporadas en reposo, luego le cuesta volver a la rutina del deporte. Pero los médicos son insobornables, quiera o no quiera ha de esforzarse todo lo posible. A alguien tan entrenado como él se le puede exigir más que al resto. Y, por encima de los médicos, está Cris. Ella es su enfermera y su sargento mayor. No le pasa ni una. ¡Qué te muevas, recórcholis! ¿Quieres hacer el favor de moverte?

Cris es algo injusta, porque Paco, con su exigua capacidad respiratoria, luchando contra ella, esforzándose por ampliarla todo lo que es capaz, monta en bici, va a nadar a una cala apartada cuando hace buen tiempo, acude diariamente al gimnasio. Salvo, claro está, en sus etapas difíciles, que, por desgracia, son bastante frecuentes.

También reconoce  las ventajas.

- El ejercicio de tantos años le ha salvado la vida, - asegura - sin él no sé dónde estaría ya, probablemente se hubiese ido al otro barrio.

En casos como este, es magnífico que el cuerpo tenga memoria, que registre lo que hicimos antes para poder beneficiarnos de ello. Pero también pasa factura de los errores que hemos cometido. Esa memoria del cuerpo ha tomado como rehén a Paco, a pesar de la rebeldía que brota de él y de que hace más de tres lustros que dejó de fumar.

Pero todo lo arropado que este hombretón se siente cuando se encuentra en familia, le llega en forma de burla y desprecio en cuanto abandona el cálido nido y sale al despiadado, inmisericorde, mundo exterior.

-¿Y a ti qué más te da? –tercia Cris, que nunca ha entendido esa susceptibilidad, insólita en su marido hasta hace poco.

Pasan de mano en mano los trozos de tarta. Veo miradas como rayos mortíferos en los ojos de ambos cónyuges. Puede que a Cris no le molesten las puyas porque no van dirigidas a ella, porque jamás se ha quedado sin aliento cuando más necesitaba defenderse.

-Me desquicia que sean insensibles nada más que por pura y simple estupidez. ¿Nadie se para a pensar un momento? Si no se extrañan porque la sangre pueda contener azúcar, porque el corazón se pare de pronto, porque unas cuantas células se vuelvan malignas y se pongan a proliferar ellas solas a sus anchas en cualquier lugar del cuerpo, porque unos bichos invisibles apodados bacterias ataquen a alguien infinitamente más grande que ellos y lo enfermen, porque algo tan aparentemente inofensivo como el polen pueda producir serios trastornos, ¿porqué les asombra tanto lo que me pasa a mí? ¿Qué importa que lo otro lo hayan escuchado antes y esto no? ¿Cada vez que oyen algo nuevo piensan que es falso? ¿Es que se creen que lo saben todo? ¡Ignorantes!

Amen, Paco Tella, amén.

2 comentarios:

  1. Este relato me ha recordado a Delibes. Me ha gustado un montón.

    Parece que no ocurra gran cosa pero nos cuentas un montón de historias dentro de esas historias cotidianas.

    El refugio de la familia y los amigos, el desierto de los que carecen de empatía, el cuerpo que tienen memoria, la complicidad, la intensidad del amor cuando creemos que nos queda poco tiempo para disfrutar del otro...

    Un retrato certero de los personajes que no necesitan descripciones...

    Me ha gustados, de verdad.

    Y sí ¡Viva el surrealismo! Gracias por tus comentarios en mi blog.


    Un beso,

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Tesa. Me encanta que alguien disfrute con estas ocurrencias mías.

    La serie "Paco Tella" siempre contiene un porcentaje de realidad, otros apartados también. Tras la etiqueta "Relato", en cambio, solo hay fantasía. Elaboraría un cómic con esa historia si tuviese tu ángel para el grafismo.

    Estoy fascinada con tus fotomontajes. Ya habras visto que a veces cuelgo en mis post cuadros surrealistas. Pero tú fabricas el surrealismo con tus manos, por eso me enganché a tu blog. Y por afinidades culturales varias.

    Un beso, seguimos leyéndonos.

    ResponderEliminar

Explícate: