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lunes, 6 de febrero de 2023

A solas (Relato egocéntrico)




El Reflejo del Cuerpo - Tom Araya (2005) . Técnica mixta


Se acababa de cortar la melena según la última moda, con flequillo y a capas, algunos mechones se le escapaban de la coronilla y saltaban por su cuenta cada vez que apresuraba el paso. La escuela universitaria estaba a un tiro de piedra, en la estrecha calle paralela a Santa Engracia, solo tenía que doblar la esquina y recorrer apenas una manzana de edificios. Estaba decidiendo de qué se compraría el bocata para tomar a la hora del recreo, le apetecían unos calamares fritos pero se enfriaban enseguida y así, blandos, resultaban incomibles. Su amiga Fuencisla tenía permiso para llegar más tarde, quizá podría llevárselos ella si le llegaba el mensaje a tiempo. No era agradable que no les dejasen salir en toda la mañana, pero los padres así lo habían decidido en la última reunión y no había nada más que hablar. No veía el momento de ser adulta, una señora con hijos que trabaja y es independiente como la madre de... Entonces la vio. Estaban frente a frente, a solo un par de metros y ninguna podía creerse lo que estaba pasando. 

- ¿Rebeca?

- ¡Oh, dios mío. ¿Eres tú? Quiero decir: soy.

- Esto no puede ser verdad, estoy soñando.

- Rebe, escúchame, no creo que esto sea un sueño, las dos estamos despiertas, mejor dicho, yo lo estoy... No sé, creo que estoy sufriendo un espejismo.

- ¿Estoy loca? ¿Cómo si no puedo hablar conmigo misma?

- Yo estoy loca, puedo imaginarte porque ya te conozco. Tú a mí, en cambio no, sé que no existes y estoy hablando contigo. Es preocupante esto.

- Cuando he salido de casa todo el mundo dormía, ayer tuve una bronca con Maribel porque no quiero que se ponga mis camisas, mamá...

- Todo eso no prueba nada, son cosas que recuerdo perfectamente porque las he vivido antes.

- ¿Cuántos años tengo?

- Fácil, diecisiete.

- ¿Y tú?

- Lo siento, no soy capaz de recordarlo.

- ¿Ves? El espejismo eres tú, no yo. ¿Cómo te vas a acordar de lo que pasó hace mil años y no de lo que estás viviendo ahora mismo?

- Es extraño, sí, pero puedo asegurarte que la real soy yo, me debo haber dado un golpe en la cabeza.

- Yo, en cambio, estoy empezando a creérmelo.

- ¡Claro! Porque eres joven y crédula, cuando llegues a mi edad…

- ¡Vaya! ¿Conmigo presumes de sabihonda?

- Conmigo misma, en realidad. Estoy haciendo recuento de mi vida, no creo que esté hablando con nadie.

- Muy bien. Ahora mira a tu alrededor.

- ¡Madre mía! Ha desaparecido la calle.

- ¿Ves? Alguien nos ha subido a una nube para que podamos hablar tranquilamente.

- Recuerdo esos pantalones, también el corte de pelo, en cambio la camiseta...

- Nos tocó en la feria, en una tómbola, y en cuanto me la encuentro planchada me la pongo. ¿Cómo puedes no acordarte con lo que me gusta y lo bien que me sienta?

- Creo que recuerdo algo.

- ¿Engordaste?

- Puede...

- Vamos, ¿dejaste de ponértela porque no te valía o fue por otra cosa?

- Fue por eso, pero también se estropeó.

- ¿Algún sabotaje?

- Para nada, nuestros hermanos no son tan malvados como piensas.

- ¡Venga! ¿Me lo vas a contar o no?

- Ahora estoy sintiendo una especie de amnesia.

- ¡Venga ya! Antes no mentías tan descaradamente.

- Es cierto, Rebe. Se me ha borrado todo lo que ha pasado hasta hoy, es decir, hasta el preciso día que tú estás viviendo. Pero recuerdo lo de la camiseta.

- ¿Qué pasó con ella?

- La quemaste, con la plancha.

- ¡Ah! Jaja, esa fue otra, una con rayas naranjas que nos regaló Alejandro. Va a ser verdad que no te acuerdas.

- ¿Alejandro?

. ¡Claro! Mi novio. ¿Por qué pones esa cara? ¿Tampoco te acuerdas de él?

- Tengo una vaga idea de su cara, pero el nombre...

- Una vaga idea dice, pues sí que me he vuelto pedante. Entonces ya no estás con él, deduzco. ¿Ves? Yo también se hablar bien cuando me pongo.

- Rebe, créeme. No puedo contarte nada, aunque me gustaría. Algo se ha borrado en mi cabeza.

- ¿Algo?

- Más bien todo, es como si me hubiesen pasado una esponja.

- ¿No me puedes decir si te has casado, si tienes niños, a qué te dedicas? Sería estupendo saberlo.

- Yo creo que no, la naturaleza es sabia, no estamos aquí para que yo desvele tu futuro, debe de haber otra razón.

- Por lo menos sé qué aspecto voy a tener.

- O no. Todo depende de la vida que lleves.

- ¿Sabes qué te digo? No molas nada y no quiero convertirme en esto.

- Crees que lo sabes todo, ¿verdad?

- Creo que sé lo que sé.

- No lo sabes, solo lo supones. Fíate menos de ti y todavía menos de los que intentan convencerte de algo.

- ¿Te refieres a la gente de mi edad?

- Básicamente.

- Pero sí me tengo que fiar de los mayores, empezando por ti, o sea por mí cuando tenga tus años. Mira, te has vuelto tan rancia como todos y tengo claro que no quiero parecerme a lo que estoy viendo.

- Pues no hagas caso de lo que te digo y lo conseguirás. Aunque no respondo de tu futuro.

- Tú no eres quién...

- Pero, Rebe ¿te estás oyendo? Si yo no soy quién ¿alguna vez vas a escuchar a alguien sensato? ¿No eres capaz de hacer caso ni a ti misma?

- ¿Me estás llamando niñata?

- Me lo estoy llamando a la que era yo a tu edad. ¿Algún problema?

- Al menos dime cuántos años tienes.

- Te he contestado que no tengo ni idea. ¿Me vas a insultar por eso?

- Este encuentro debe significar algo.

- Sí, y creo que entiendo de qué va: estoy aquí para advertirte. La vida te ha dado esta oportunidad y deberías agradecérselo.

- Ya lo pillo. No nos hemos conocido para que sepa cómo va a ser mi futuro sino para que tú me des la turra.

- Exacto. 

- Pues ¡venga! Estoy dispuesta a escucharte.

- Ya lo he hecho, no me queda nada por decir.

- ¿De verdad? ¿Qué pasa? ¿Adónde vas ahora? Joder, estoy aquí parada hablando sola y el semáforo ya se ha puesto en verde. Esta mañana no quiero hablar con nadie, será mejor que me compre el bocadillo yo misma.

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