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domingo, 2 de septiembre de 2018

Escritor, haz que tus personajes hablen por sí mismos

Nadie ha dicho que construir un buen diálogo sea fácil (ni siquiera uno malo lo es), por eso es tan importante que domines la técnica. Se trata de uno de los factores que mejor revelan la psicología de los personajes y esto lo convierte en imprescindible, sobre todo en los relatos, dónde no hay espacio para profundizar en ellos de otra forma.

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Van Gogh - Salón de baile en Arlés
Si has sido lo suficientemente hábil escuchando al personaje, el lector deducirá cual es su forma de ser. Si por el contrario, su forma de hablar no consigue retratarlo, eso puede arruinar tu historia, aunque tenga un buen punto de partida, esté bien desarrollada y la prosa sea impecable en sus partes descriptiva y narrativa. Recuerda, tienes que huir de:
  • Diálogos pobremente construidos, anodinos, tópicos o poco creíbles.
  • De aquellos que, en lugar de contribuir a su avance, entorpecen el desarrollo narrativo.
Un buen diálogo:
  • No debe parecer forzado.
  • Debe sonar como si nosotros mismos lo estuviéramos escuchando o manteniendo con un interlocutor. 
  • Tiene que aportar información fundamental para el desarrollo de la historia, ya que no se trata de una mera pieza dialéctica. 
  • Debe definir a los personajes por el contenido y la clase de palabras que emplean, sin contradecir los rasgos que hemos presentado de otra forma. 
  • Ha de adecuarse al tono general del relato y adaptarse al propósito de la obra (si es policiaca lo más natural es que sea rápido, si es filosófica, en cambio, debe ser pausado y cargado de información). 
  • Por último, las acotaciones, deben ir encajadas con soltura.
Adaptar los términos y las construcciones gramaticales a nuestros personajes consiste en hacerlos hablar tal como son. Si su extracción social es sencilla no podemos poner en su boca términos elevados y palabras poco usuales, se explicarán con oraciones cortas donde apenas exista subordinación. Si se trata de individuos marginales tendrá que haber, además, algún tipo de argot y quizá intercalar alguna muletilla en las frases. Es mejor utilizar una jerga inventada pero efectiva que documentarnos demasiado pues, además de resultar forzado, es muy probable que quede desfasado al poco tiempo.

Un diálogo fluido sólo puede conseguirse con práctica. La primera vez no nos saldrá muy bien, es conveniente practicar antes: escribe unos cuantos con unos interlocutores cualquiera (gente conocida o personajes de cualquier novela que hayas leído) simplemente como ensayo general. Hay que tener en cuenta que todos hemos narrado una historia o descrito un lugar alguna vez, pero es posible que nunca hayamos construido un diálogo. Por eso no hay que desanimarse al primer intento. Una vez tengas ya cierta soltura, prueba a darles forma en el relato que estés escribiendo. También sería aconsejable que leyeses un poco antes poesía clásica, pues su ritmo se adapta perfectamente al de la conversación escrita. Hecho esto, tu éxito dependerá del oído y la intuición que tengas y, por supuesto, de la práctica.
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Picasso - Dos personajes
Algunas reglas básicas que conviene tener en cuenta: 
  • Constrúyelos de forma parecida a una conversación corriente: con interrupciones, silencios, y, en general, intervenciones sencillas y cortas, pero procurando que tengan significado.
  • Los largos parlamentos han de ser escasos y tener una buena excusa: la confesión de algo muy importante, un discurso etc. 
  • De vez en cuando, añade naturalidad el hecho de cambiar de tema. O que la conversación se interrumpa sin haber llegado a su clímax para luego reanudarse por causas inesperadas. 

Sin embargo, y aunque al lector le parezca absolutamente improvisado, todo diálogo:
  • Ha de contener la información concreta que hayas previsto, muy bien dosificada. 
  • No debe incluir nada ajeno a la historia que distraiga de ella al lector. 
  • Sí puedes, introduce elementos de caracterización de los personajes, o factores de distensión en momentos de gran carga emocional. 
  • También tienes que tener en cuenta que diálogo literario no es lo mismo que diálogo real. Si transcribieses las frases verdaderas tal como las escuchas, el producto resultante sería un bodrio, algo simplemente ilegible.
Cuando lo hayas acabado de escribir, sobre todo si no tienes mucha práctica, es conveniente que te lo leas en voz alta. Aunque la experiencia no es definitiva, resulta más reveladora de lo que parece a primera vista.

Veamos un ejemplo:

"– Perdón. Oh Bradley, ¡qué estupendo! Habrás estado visitando a la familia. Lástima que yo no estuviera. ¿Vas hacia la estación? ¿Puedo acompañarte? – Dio media vuelta y echamos a andar juntos.
– Creí que estabas en un festival pop – dije sin aliento, frenético de la emoción, aunque disimulándolo.
– No pude tomar el tren. Es decir, lo habría tomado de no importarme que me aplastaran, pero me importa mucho, soy algo claustrofóbica.
– Yo también. Los festivales pop no son sitio para los que tenemos claustrofobia.
Yo hablaba ahora sosegadamente, aunque pensaba: le dirá a Arnold que se ha encontrado conmigo.
– Supongo que no. Nunca he asistido a uno. Ahora te pondrás a sermonearme sobre drogas, ¿no?
– No. ¿Quieres que te sermonee?
– No me importaría que lo hicieras. Pero preferiría que me hablaras de Hamlet. Bradley, ¿crees que Gertrudis estaba confabulada con Claudio para asesinar al rey? 
– No."
IRIS MURDOCH. El príncipe negro.

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