Por eso, el uno de enero de
tres años más tarde, lo primero que hice después de enterrar a la abuela fue acercarme
a esa cómoda. Con la aprensión propia del caso, agarré el tirador de bronce y
desplacé con delicadeza el segundo cajón. El cuadernito era de hule, tenía las
tapas del mismo azul luminoso que el cielo de esa mañana y yacía sobre las
blanquísimas sábanas de hilo con las iniciales D.M.
Dora Merino, le increpé ¿qué
misterios has guardado con tanto empeño hasta tu muerte? Sé que, si pudieras,
me dirías lo que ya imaginaba: que a partir de ahora tengo el campo libre, que preparaste
el terreno para que lo averigüe yo en cuanto quiera. ¿Pero era necesario esperar
hasta sentir este dolor? ¿No crees que hubiera sido más grato para mí escucharlo
de tus labios? Y tú, ¿no habrías sentido alivio susurrándome tus secretos con
la cabeza iluminada por el cono de luz de la lámpara y las manos extendidas
sobre el tapete verde? Perdona pero no entiendo esa tozudez tuya, ¿Qué más daba
desempolvar de una vez asuntos ya viejos? ¿Por qué ese pudor cuando han pasado
décadas y no queda un solo testigo al que puedas ofender?
Diario
de Dora
Sí,
eran cuatro, ahora lo recuerdo. Esa chica… no sé de dónde pudo salir. Viajaron
hasta allí, compraron el equipo y sobornaron a quien hizo falta. Tengo entendido que tanto Aldana como ella venían de familias de posibles, ellos dos financiaron la operación. El francés
no tenía donde caerse muerto y tu tío era un simple empleado de correos con un
sueldo más bien exiguo.
Ni
siquiera sabían lo que buscaban. Los papeles señalaban que lo
reconocerían en cuanto lo vieran. Como ninguno de ellos había escalado jamás una
pared, contrataron a un experto para que encabezase la cordada y les diese
instrucciones. Se decidió que subirían solo dos y lo echaron a suertes. Todos
eran más bien enclenques. Los elegidos fueron el francés y tu tío Blas.
Tuvieron
muy mala suerte, las temperaturas bajaron más de lo esperado esa noche, fue un
ascenso accidentado. Antes de lograr su objetivo el francés cayó al vacío. Blas y el guía, abatidos y
extenuados, continuaron el ascenso. Tu tío, nada más verla, reconoció la piedra
negruzca que brillaba en la noche como si la hubiesen recubierto de barniz. Aprovechando
la linterna del otro, rebañó la masilla seca con la espátula y el bloque cedió
con facilidad. Se lo echó al morral y, mientras su compañero iniciaba el
descenso, se apresuró a palpar el hueco a oscuras. Mientras esperaban, los otros dos fallecieron de hipotermia.
Sí,
Julito. Blas encontró lo que había ido a buscar y se lo guardó en el pecho, entre
piel y camisa, arropándolo con las solapas del chaquetón con la mano derecha
mientras palpaba el vacio con la otra. El regreso fue una tortura, tras cumplir
con las formalidades necesarias tuvo que enfrentarse al hecho de que sus amigos no volverían jamás.
Te
estarás preguntando qué es lo que encontró. Yo no llegué a verlo, todo lo
que cuento es de oídas. En el viaje de regreso Blas perdió el habla por
completo aunque podía escribir igual que antes. Según sus notas, eso que guardó
como un tesoro era una magnífica flor negra, suave y reluciente como el raso,
grande, espléndida, y tan poderosa que se mantuvo fresca hasta el último
momento. Ella sería su hallazgo y su pesadilla pues, según él, fue la
responsable de su declive.
Digo
bien, declive. En cuanto puso los pies en el pueblo, Blas comenzó a hablar de
nuevo pero cada frase salía de su boca vuelta del revés. No podía entenderse
con nadie. Tanto se burlaron de él que decidió hacerse el mudo, lo que tenía que decir lo escribía. Ya nunca volvió a ser el
mismo. Perdió el entusiasmo, de su afán aventurero no quedó ni rastro, creo que
hasta le molestaba tener gente cerca. Un mal día no apareció por la oficina. Hay
quien dice que se despeñó por alguna ladera, otros que se lanzó al mar. Lo único
cierto es que nunca volvimos a verle.
Como
sé que te lo estarás preguntando, te diré que la planta maldita no apareció
nunca. Debió destruirla tu tío, o puede que desapareciese con ella oculta en el
pecho. Ojalá haya conseguido escapar, de ella y de todos, y emprender una nueva
vida al otro lado del océano. Sea como fuese, a Blas lo mató esa flor asesina
porque destruyó lo que más valoraba, el lenguaje, y con él sus ganas de vivir.
Y
ahora, como te lo has ganado, desvelaré lo que he callado siempre. El tío Blas era
joven, guapo, inteligente, amable y curioso. No he dejado de pensar en él ni un segundo en toda mi vida. No tenía nada de lunático, y me consta que de no haberse interpuesto la familia jamás habría emprendido una aventura como aquella, hubiese reconocido a su hijo -tu padre- y nos hubiésemos casado como Dios manda. Pero ellos me arrastraron a ennoviarme con el primer forastero joven que apareció por el pueblo, y lo hice tan bien que mi marido nunca supo que el niño era de otro. Ahora me arrepiento de haber puesto tanto empeño en engañarle porque, de haber seguido juntos Blas y yo, la vida no le habría gastado esa broma siniestra. Así que, Julio, tienes que hacerme
caso. Te conozco y sé que te será más fácil seguir mis consejos ahora que no estoy,
quédate quieto aunque te cueste, deja las cosas como están. Tiemblo al imaginar
que pueda sucederte lo mismo. Piensa que el destino tiene muy, muy mala idea. No lo tientes.
No pude resistirme y lei todas las entregas de este relato enigmático de un tirón, tan bien escrito, con todos los ingredientes necesarios para que me atrape.
ResponderEliminarMisterio, aventura, secreto de familia y ese personaje aventurero del que nadie quiere hablar.
Me quedó con ese día aciago en que todo cambió para Blas en la ascensión en busca de esa flor negra. Y con la esperanza de que algún día sepamos lo que en realidad le ocurrió al tío Blas.
Un disfrute leerte, como siempre.
Un abrazo y que tengas un año venturoso y con mucha salud.
Me encanta que no te resistieras, jeje. El tío Blas no tiene más recorrido, lo más importante es que, más que tío, era el auténtico abuelo de Julio. Su presencia no era deseada, pero nos quedamos sin saber si lo que ocurrió fue efecto de la magia o de alguna mano siniestra. ¡Quién lo sabe! Yo no, desde luego :)
ResponderEliminarMuchas gracias, eres un lectora estupendísima, y que tengas un año repleto de salud, dinero y amor (de esto, lo mismo o más).