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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Una fórmula mágica para reducir el desempleo

¿Imposible resolver el problema del paro? Pues quizá no tanto. Puede ser que solo haga falta proponérselo. Pero, claro, habría que rascarse los bolsillos. ¿Quién? Los que los tienen llenos, naturalmente. ¿Que esos son los que jamás sueltan un euro? Ya, ya.

Hace muchos años, nada menos que en 1935, un eminentísimo filósofo ya dijo algo sobre eso. Pero no aprenderemos nunca.

 La técnica moderna ha hecho posible reducir enormemente la cantidad de trabajo requerida para asegurar lo imprescindible para la vida de todos. Esto se hizo evidente durante la guerra. En aquel tiempo, todos los hombres de las fuerzas armadas, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en la fabricación de municiones, todos los hombres y todas las mujeres ocupados en espiar, en hacer propaganda bélica o en las oficinas del gobierno relacionadas con la guerra, fueron apartados de las ocupaciones productivas. A pesar de ello, el nivel general de bienestar físico entre los asalariados no especializados de las naciones aliadas fue más alto que antes y que después. La significación de este hecho fue encubierta por las finanzas: los préstamos hacían aparecer las cosas como si el futuro estuviera alimentando al presente. Pero esto, desde luego, hubiese sido imposible; un hombre no puede comerse una rebanada de pan que todavía no existe. La guerra demostró de modo concluyente que la organización científica de la producción permite mantener las poblaciones modernas en un considerable bienestar con sólo una pequeña parte de la capacidad de trabajo del mundo entero. Si la organización científica, que se había concebido para liberar hombres que lucharan y fabricaran municiones, se hubiera mantenido al finalizar la guerra, y se hubiesen reducido a cuatro las horas de trabajo, todo hubiera ido bien. En lugar de ello, fue restaurado el antiguo caos: aquellos cuyo trabajo se necesitaba se vieron obligados a trabajar largas horas, y al resto se le dejó morir de hambre por falta de empleo. ¿Por qué? Porque el trabajo es un deber, y un hombre no debe recibir salarios proporcionados a lo que ha producido, sino proporcionados a su virtud, demostrada por su laboriosidad. Ésta es la moral del estado esclavista, aplicada en circunstancias completamente distintas de aquellas en las que surgió. No es de extrañar que el resultado haya sido desastroso. Tomemos un ejemplo. Supongamos que, en un momento determinado, cierto número de personas trabaja en la manufactura de alfileres. Trabajando digamos ocho horas por día, hacen tantos alfileres como el mundo necesita. Alguien inventa un ingenio con el cual el mismo número de personas puede hacer dos veces el número de alfileres que hacía antes. Pero el mundo no necesita duplicar ese número de alfileres: los alfileres son ya tan baratos, que difícilmente pudiera venderse alguno más a un precio inferior. En un mundo sensato, todos los implicados en la fabricación de alfileres pasarían a trabajar cuatro horas en lugar de ocho, y todo lo demás continuaría como antes. Pero en el mundo real esto se juzgaría desmoralizador. Los hombres aún trabajan ocho horas; hay demasiados alfileres; algunos patronos quiebran, y la mitad de los hombres anteriormente empleados en la fabricación de alfileres son despedidos y quedan sin trabajo. Al final, hay tanto tiempo libre como en el otro plan, pero la mitad de los hombres están absolutamente ociosos, mientras la otra mitad sigue trabajando demasiado. De este modo, queda asegurado que el inevitable tiempo libre produzca miseria por todas partes, en lugar de ser una fuente de felicidad universal. ¿Puede imaginarse algo más insensato? 

Fuente: Bertrand Russell. Elogio de la ociosidad. Ed. Edhasa. Barcelona 1986

Puedes leer el fragmento íntegro aquí

2 comentarios:

  1. Lo que está claro es que una sociedad que en 100 años ha evolucionado tecnológicamente de una manera tan espectacular, sólo tenemos que poner los aviones o las comunicaciones de ejemplo, siga emperrada en mantener estructuras sociales del siglo XIX.

    Entre eso, la avaricia y amoralidad de unos pocos, los mismos que ya no necesitan de los obreros para hacerse todavía más ricos, les basta con especular, tenemos el panorama actual.


    Besos,

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  2. Totalmente de acuerdo, Tesa. Somos capaces de hacer muchísimas cosas para resolver las injusticias, la prueba es como dices, que podemos evolucionar técnicamente. El problema es que no interesa a los que tienen posibilidad de hacerlo.

    Hay tanta especulación que hasta los que mantienen las formas legales son corruptos.

    Una de las soluciones la dio Bertrand Russell en los años 30. ¿Por qué hay que trabajar ocho horas o más si con cuatro se tiene suficiente? Solo hay que pagar lo mismo a todos y no enriquecerse tanto.

    A los profetas del liberalismo económico bien que se les escuchó, pero este libro, que debe estar lleno de sensatez, ha quedado en la sombra.

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