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martes, 14 de mayo de 2013

Don Rufo bufa: Me niego a sentirme culpable (I)

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Es curioso, a veces el estado de opinión funciona como un escarabajo pelotero. Va acumulando la basura hasta que la bola se hace tan grande que amenaza con ahogarnos. Pero se la coloca ante nuestras tragaderas y nos sentimos tan apremiados que, en lugar de examinarla con precaución, la deglutimos sin más. Los forjadores de opinión pública traen, llevan y aceptan como buenos los contenidos y valores más inocuos para el poder, incluido el cuarto, que ellos mismos representan. Y, lamentablemente, es el sufrido ciudadano quien suele cargar con las culpas. Lo peor es que este, atrapado entre conflictos y urgencias, aceptará cualquier contenido si se le presenta convenientemente envasado y etiquetado, aunque sea trate de los excrementos de un enorme escarabajo bastante más nocivo que el pobre Samsa. Podría poner a prueba su sentido crítico, pero eso, aunque sea para defenderse o precisamente por ello, se considera bastante molesto. Es mucho más cómodo tragar.

Habitualmente aceptamos que la responsabilidad de que existan programas de bajísima estofa reside en el telespectador. Según eso, los que programan ciertas aberraciones en sus confortables despachos son unos angelitos que no tienen más remedio que contentar a la audiencia. Pero lo que se emite se ve, y por razones de todo tipo: aburrimiento, inercia, falta de sentido crítico, exceso de él pues los polemistas han de conocer lo que denigran y cualquier otra que se les ocurra. Existen colectivos muy vulnerables –por edad, cultura o momento existencial- a los que no se puede exigir que seleccionen la basura que se cuela por su ventana tonta. La gente disfrutaba en su día con espacios hoy míticos como Estudio 1 o La clave, pero ayudan a pensar y eso no conviene a quienes manejan los hilos. Es mejor dar por hecho que tenemos libertad de opinión e información mientras se pasa una apisonadora por miles de cerebros.

Sé que muchos de ustedes no estarán de acuerdo conmigo. Paso a otro ejemplo. El otro día, en una de esas tertulias de café donde acostumbro a gastar mi dilatado tiempo, un colega se atrevió a acusar a las inocentes clientas de las tiendas de moda femenina de la esclavitud laboral que sufren los trabajadores de países tercermundistas. Naturalmente, no lo dijo así, fue mucho más diplomático, por eso la mesa lo aceptó sin rechistar, nadie se le echó encima. Excepto yo. Considero que ya llevan peso suficiente sobre los hombros las mujeres de esta parte del planeta -han de ser y estar guapas, delgadas y jóvenes, ir a la moda, presumir de poder adquisitivo, competir con sus iguales, gustar al sexo opuesto, aparentar profesionalidad; en una palabra, competir, aceptando no obstante el expolio económico a que se las somete por una confección sencilla y mal acabada con materias mediocres- ya llevan bastante peso, digo, como para que tengan que plantearse si boicotean un producto o no. El responsable de la explotación es quién explota y si existen empresarios que encabezan los rankings de las grandes fortunas pagando salarios miserables a cambio de horarios dilatadísimos en condiciones infrahumanas son esos señores, dueños de empresa, consejos de administración o cabezas de cualquier otro cartel que encabece su orgulloso organigrama.

Utilizando esa misma estrategia, durante las últimas décadas se acusa al consumidor de todos los males ecológicos que azotan nuestro maltratado planeta. El reciclaje se ha convertido en azote del contribuyente. Pero eso lo contaré otro día.
(Continuará)

2 comentarios:

  1. Estoy contigo: el cinismo de los que nos malgobiernan o nos roban llega al extremo de hacernos culpables de sus faltas. Lo de "Estudio 1" y "La clave" son ejemplos paradigmáticos: que un programa del franquismo y otro de la transición den cien vueltas en lo cultural y en el debate en los medios a la oferta de la "democracia" da que pensar. Desde luego, nadie obligó a nadie a decantarse por el berlusconiano modelo Tele5: si un día se decidieron a volcar porquería sobre la audiencia, es responsabilidad de ellos. Y en cuanto a lo de la moda, lo mismo: la deslocalización no es obra del consumidor: ¿cuántas empresas se han beneficiado de ella? ¿Cuántas fábricas han cerrado en Occidente y en España en particular gracias a ella? ¿Cuánto paro generó en España? ¿Cuánta destrucción de tejido industrial? ¿Cuánto han aumentado los ingresos de las empresas por esto? A cada cual lo suyo.

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  2. En realidad este era el preámbulo de una reflexión POLÍTICAMENTE INCORRECTÍSIMA sobre el reciclaje de residuos, el sesgo que están dando a la dramática y urgente solución del impacto ambiental y cómo esa es otra forma de culpabilizarnos mientras los verdaderos responsables se lavan las manos y se forran. (Si te das cuenta, detrás de cada comedura de coco hay alguien forrándose como un poseso)

    Lee el post que sigue y espero que me des la razón (al menos en parte)

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