Tercera parte de la trilogía, basada en la novela de J. R, R. Tolkien |
Pero M.V. no solo escribe, también tiene
una vida. Un día de un año cualquiera, cuando asistía a un Congreso Mundial sobre
Literatura Fantástica organizada por la Ohio University, recibió una llamada de
su madre. Eran las doce de la mañana, hora española, y la ciudad de Athens
(Ohio) apenas se estaba despertando. Naturalmente, que alguien telefonease a esas
horas no podía augurar nada bueno: a su tío le había arrollado un camión en
plena autopista y había fallecido en el acto, el resto de los ocupantes del
vehículo –incluida una hermana de M.V. a punto de salir de cuentas– habían resultado
ilesos. Cuando se dirigía al auditorio para escuchar la primera conferencia
matutina (15.00 en Greenwich), M.V. se enteraba de que, por culpa del susto
recibido, el parto se había adelantado un poco y su primer sobrino había nacido
algo maltrecho. Cuatro horas más tarde, era un vecino quien le daba la noticia
de que las quinielas les habían regalado varios millones de euros. Ya no pudo
aguantar más, abandonó el campus, tomó un taxi hasta el hotel, cerró las
ventanas, se sirvió un refresco de cola y encendió el televisor para evadirse.
El locutor informaba que su ciudad había sufrido un terremoto terrible, con
hundimiento de edificios y un saldo de 102 fallecimientos.
Tranquilos. Esta última catástrofe no tuvo
consecuencias para la familia de M.V., la zona costera fue la más afectada y
ellos vivían en una urbanización tierra adentro. Pero M.V. recibió asistencia
psicológica en España dónde regresó a toda prisa sin fuerzas para completar el
programa previsto. La experiencia, desde luego, era absolutamente increíble,
además de terrorífica. Incluso, haber ganado tanto dinero en una jornada tan siniestra
añadía a la cadena de casualidades un matiz particularmente doloroso. Por eso,
cuando una década más tarde M.V. quiso relatar aquellos hechos no tuvo más
remedio que alterarlos. Aunque hubiesen sucedido
así, era obligado cambiar la cronología para cumplir con la verosimilitud
literaria. En la novela, el alter ego de M.V. realiza en Alemania un curso
Erasmus, lo antedicho sucede en el espacio de un mes y la impresión recibida modificará
por completo su futuro. Una versión más o menos dramática que la auténtica,
según se mire, que sirve de arranque y pretexto a un constructo ficticio. Lo
que le sucedió a M.V. es realidad sin
alterar; lo que escribió acerca de ello, una forma entre otras muchas, de convertirla en verosímil.
No sé si lo que acabo de contaros os
parecerá verosímil o no. Quizá penséis que me lo he inventado todo, o que he
adaptado hechos reales para transformarlos, a mi vez, en verosímiles, o que lo
narrado es verdad, punto por punto, pues si hablo de realidad no estoy en
condiciones de inventar nada.
A vuestro juicio lo dejo. Mi verdadero objetivo –y eso sí puedo asegurarlo– es que a partir de ahora quien lea esto distinga perfectamente entre la verosimilitud
narrativa y lo rigurosamente verídico.(VÍDEO: Conferencia sobre La saga fuga de J.B. impartida por Gonzalo Torrente Ballester el 14 de agosto de 1975 en un curso de verano patrocinado por la Universidad de Salamanca)