lunes, 11 de diciembre de 2017

Escritor, si el tiempo es oro no lo ignores cuando escribas

El tiempo forma parte de la vida, eso significa que no puede faltar en tus relatos. Estará presente de varias maneras:

  1. Las etapas en que dividirás tu historia (planteamiento, nudo y desenlace) son comparables a los momentos vitales (nacimiento, crecimiento, muerte.
  2. Toda historia supone un antes y un después, eso implica un lapso de tiempo por pequeño que sea. Incluso si todo lo que narras se refiere a un presente, no ha surgido de la nada, procede de un antes de otros acontecimientos que han desembocado en la situación actual.

Hasta tal punto la noción de tiempo forma parte de nuestra naturaleza que nos cuesta mucho transmitirla. Tendrás que esforzarte, pero antes escucha a los expertos:

“El tiempo tiene que fluir siempre dentro del relato, tiene que dejar su herida, zarandear a las gentes que se mueven dentro de él, irlas transformando. Y que se vea cómo y por qué y a través de qué fases pasan de un estado a otro…”
CARMEN MARTÍN GAITE. El cuento de nunca acabar


La autora sigue explicando que a los personajes no se les puede tratar como a los elementos de un paisaje, no se les puede ver de una pieza, sino poco a poco, a través de lo que hacen y dicen. Los personajes de ficción tienen que parecerse a la gente real y es un hecho que la gente cambia. Como escritor, tienes que proponerte reflejar este cambio, imitar lo mejor posible a la vida tal como es. Este es otro de los factores que contribuyen a dar verosimilitud a una obra de ficción. O a la inversa: si el tempo narrativo no está bien llevado la historia entera hará aguas. El proceso vital de los personajes  ha de ser creíble, sus transformaciones siempre tienen que estar justificadas.
Los relatos cortos usan el tiempo presente y el pasado indistintamente, dependiendo de sus características y de los objetivos que se marque el narrador. En cambio en una novela el presente es más difícil de manejar, sobre todo si se quiere utilizar de principio a fin, pues hay que hacer creer al lector que doscientas o más páginas están ocurriendo ante sus ojos. Será preciso recurrir a mucha astucia narrativa para seleccionar y dosificar los recursos que hagan esto convincente. Una solución sería alternar los fragmentos en presente y en pasado a medida que la narración lo vaya pidiendo. El futuro y el condicional tendrás que emplearlos con moderación, y solo los incluirás si estás seguro de que los sabes combinar perfectamente con los otros dos.
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En general, la elección de los tiempos verbales dependerá de las características de la historia. Las posibilidades que ofrece el manejo del tempo narrativo son:
Orden líneal o cronológico. Es cuando la historia se cuenta de principio a fin.
Cronología rota. Aquí hay varias posibilidades. Puedes empezar por el principio, por el final o “in media res” (en mitad del asunto), y realizar todos los avances y retrocesos que consideres necesarios. Pero tiene que haber un motivo claro para usar este procedimiento. Y tienes que conseguir que en ningún caso haya confusión informando perfectamente al lector del orden en que ocurrieron los hechos. Los saltos cronológicos mal manejados producen incertidumbre y darán lugar a que el relato quede deshilvanado, sin fuerza. En cambio, si se maneja con habilidad, desvelar solo una parte de la información provoca curiosidad en el lector manteniéndole en un estado de intriga.
En general, hay que tener en cuenta que las elipsis son inevitables ya que es imposible contarlo todo. Pero hay que recurrir a ellas solo cuando los hechos que obviamos carezcan de interés para el desarrollo narrativo y, por tanto lo que omitimos no tendría eficacia narrativa ninguna. Piensa que si eludes ciertos hechos solo porque no sabes cómo resolverlos, el lector se sentirá desorientado y tu trama habrá perdido fuerza.
Es importante distinguir entre tiempo objetivo (el que marca el reloj) y tiempo subjetivo, que es la forma en que cada personaje lo vive. Para transmitir la intensidad de las vivencias tienes que jugar con el tempo narrativo dando más espacio a lo importante y poco o ninguno a lo anecdótico. En ese sentido, tienes que ir decidiendo cuánto espacio dedicas a una escena concreta sin olvidar las necesidades del relato completo. Por ejemplo, si un personaje está esperando a otro, es probable que no tengas que detenerte en ese tiempo muerto, pero si el que espera está muy impaciente puede que te convenga explicar con detalle de qué forma se manifiesta esa impaciencia. A veces, describir los mínimos gestos de alguien es la mejor manera de reflejar su personalidad.
Al jugar con la velocidad y duración del tiempo, puedes lograr efectos muy variados. Con la lentitud:
-resaltarás los momentos más importantes,
-transmitirás el carácter o los sentimientos de los personajes,
-mantendrás la intriga el mayor tiempo posible,
-te servirá para crear ambiente,
-conseguirás un mayor disfrute del lector ante un pasaje concreto etc.
Hay narraciones que se apoyan exclusivamente en lo cronológico, en ellos podríamos considerar el tiempo como un personaje más, y a veces, incluso funcionará como protagonista. En el género negro, por ejemplo, circunstancias como la colocación de una bomba y su posterior localización y desactivación en el último instante, conseguirá que mantengas el suspense hasta el último momento.
Ahora que la importancia de este elemento ha quedado clara verás cómo tus historias mejoran. Los resultados dependerán de tu habilidad, de la atención que pongas y, como todo en la vida, de la práctica.

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