viernes, 5 de febrero de 2016

Don Rufo bufa: La guerra fría de los medios






En la primera mitad del siglo pasado tuvo lugar la guerra civil española. Nos lo han contado nuestros mayores y lo hemos leído en los libros de texto. Conocemos el proceso con más o menos detalle. Durante la segunda república, tuvo lugar un proceso electoral en el que ganó una alianza de inquierdas denominado Frente Popular y constituido por socialistas, comunistas y anarquistas. La derecha no podía consentir que el poder se le fuese de las manos aunque esto hubiese sucedido como consecuencia de un proceso democrático. Ellos solo aceptan el resultado de las urnas cuando le favorece directamente, a no ser que la formación ganadora no está demasiado alejada de sus esquemas garantizándole que sus fuerzas vivas seguirán pudiendo hacer y deshacer a su antojo, cometer las tropelías que se les antojen, colocar a los suyos al frente de las instituciones estratégicas y enriquecerse (todavía más) por cualquier medio a su alcance independientemente de su legalidad.Hoy día, existe otra coalición con posibilidades de repetir el mismo esquema. Y la respuesta es exactamente la misma. Pero el peligro de ahora no son las armas de fuego, las trincheras o las bombas. La historia se repite pero nunca de forma literal. Las armas de ahora son publicitarias tal como marcan los tiempos, se trata de un conflicto bélico que tiene a los medios de comunicación como escenario. Televisión, prensa, redes sociales compiten en el descrédito, el insulto, la desinformación, la demagogia de la forma más soez y vocinglera. La lucha es sin cuartel, sea en sus formas más burdas o más refinadas, su principal arsenal es la mentira. Hay que convencer al espectador – que, casualmente, es quien depositará su voto en la urna– de que el horizonte amenaza tormenta, de que la izquierda es un demonio devastador que destruirá la tranquilidad y la libertad de las buenas gentes, de los honrados trabajadores que intentan sobrevivir a esta crisis, programada y aprovechada por las grandes fortunas como cualquiera medianamente informado habrá deducido hace tiempo.

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A poco que nos descuidemos, se acabarán saliendo con la suya. Sigamos escuchando los cantos de sirena de todos esos supuestos periodistas –en realidad propagandistas a sueldo del poder– y naufragaremos en el más proceloso de los océanos. Un día se nos encenderá la luz y comprenderemos el juego que se traen, entonces recordaremos todas y cada una de las fases –batallas, victorias, nuevas escaramuzas– de la guerra que estamos soportando en este preciso momento, pero será demasiado tarde porque estaremos todos lívidos e inertes, sumergidos bajo el agua.

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