martes, 5 de enero de 2016

Jonás era mujer

 1
La noche palpitaba, como una masa enorme que avanzase sobre el agua, derrumbando a su paso las naves más frágiles, haciendo titilar pequeñas luces, propagando una fragancia algo acre. Como una ballena ciega que susurra.
2
Ella se acercó al tocador. Rozó con las uñas la raíz del pelo, de la frente a la nuca, observándose de reojo; se aplicó dos toques de perfume, dejó caer el frasco en el fondo del bolso y abrió la puerta. La recibió una ráfaga de viento hostil.
3
Él había llegado ya. Durante unos segundos contempló a través de la vidriera su figura taciturna. Luego irguió el busto, tomó aire, saludó al maitre uniformado y avanzó entre las mesas sonriendo.
Se besaron con pasión contenida. Habían llegado a una fase en que las manos se buscan y los ojos se rehuyen. Ella había pasado alguna noche en la casa del hombre, él no conocía la suya aún.
La estrechó más tiempo del necesario y ella se sentó disimulando el disgusto. Le tranquilizó pensar que él apenas hablaba, pero cuando le escuchó las frases de siempre se sintió incómoda otra vez. Claro que era suave, ninguna piel está hecha de roca, claro que era femenina, las mujeres suelen serlo.
4
El que se acercó con toda ceremonia más que un chef parecía un oficiante.
-Buenas noches, les recomiendo en esta ocasión…
Reparó en que ahora sujetaba algo, el abrazo lo había puesto en su mano izquierda.
-Como entrante, un surtido de…
La voz era vaselina, el cuerpo una continua reverencia.
El papel resultó ser un billete de avión. A las Maldivas. Viajarían pasado mañana a la otra punta del mundo y ella acababa de enterarse.
5
La cortina aún oscilaba cuando entró en el vestíbulo. Solo un poco. ¿Para qué montar un escándalo?

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