viernes, 10 de octubre de 2014

Niños soñados

José Solana - Autorretrato (1943)
Antonia llegó la primera, dejó el bolso en uno de los asientos, el foulard en el contiguo, una chaqueta algo más allá. Tuvo que pararse al ver la primera mancha roja sobre el beige del mantel como la huella de una fresa machacada. En la moqueta había más, una sangre vegetal que danzaba delante de sus ojos aunque nadie más podía verla.

Tuvo miedo de que la echasen del local. Aquella mesa no estaba reservada, había llegado demasiado pronto, no estaba segura de haber llevado la cartera, sus compañeros quizá no llegasen nunca. El pánico era ahora su estado natural, el lugar donde se encontraba más a gusto. Un camarero se acercaba a su mesa dispuesto a expulsarla, quizá.

Fundido en negro. El comedor se abarrotaba con rapidez, el grupo al completo comía afanosamente sobre un mantel sin manchas.

-A Clara tendrán que sacarle el niño con una linterna. –intervino Agustín. Pero ¿de qué estaban hablando?

-Menuda ratita vamos a tener, chata. –Goyo frunció el ceño y abocinó la boca- No quiero un nene tan chico, ¿lo puedo devolver si no me gusta?

Sobaba el vientre a su mujer. El gesto le pareció obsceno, la mirada de camareros y clientes eran manos que rozaban sus amígdalas. Todos se reían. Como cerdos.

-Pues si no te gusta, te jodes, chaval. A mí dos me parecieron demasiado pero, ya ves, no pude devolver al que sobraba porque no me lo cogieron en la tienda.

José María no hubiese hecho ese comentario ni en broma. ¿Dónde estaba? El recinto subía y bajaba a un ritmo constante. Se había desmayado y deliraba. Estaba soñando. O en trance.

-Mi marido de noche no aguanta a los nuestros, pero ¡qué se le va a hacer! En eso consiste ser padres.

Begoña tenía dos chicos y pensaba seguir pariendo todo lo que fuese necesario, hasta que llegase la niña y más allá. Entonces terció él:

Leonora Carrington - He labyrinth
-Si llorasen los dos a la vez, vale, pero cuando para uno empieza el otro. Esto es un sin vivir.

Con disimulo, se pellizcó la pantorrilla.

-A ver si ahora me vais a quitar las ganas. –interrumpió Lola Gómez.

-¿Es que pensabas animarte?

-Ni se te ocurra.

-¡Viva Herodes!

-¡Viiiiva!

Se levantó, los tobillos chocaban entre sí. Nadie se fijaba en ella, Cristobal se alejó unos pasos y empezó a gesticular.

-Esta mujer mía es una bocazas pero, ya que estamos…sí, vamos a intentarlo un día de estos, que dentro de poco se nos habrá pasado el arroz.

(Esa frase la dijo una vez su marido. Durante más de una década, Félix y ella habían sido los más disciplinados penitentes).

Lola Frutos fingió que berreaba.

-¡Seré burra! Tenía que haberme quedado embarazada antes de separarme.

Sin esperar a que la carcajada se extinguiese, el suelo se hudió tragándose gente, luz y risas. La punzada se abrió paso entre sus piernas y enseguida llegó hasta la garganta. Parpadeó, el cuarto estaba en penumbra, el suero goteaba lentamente, los visillos griseaban. Amanecería de un momento a otro.

2 comentarios:

  1. Tu relato capta mi interés hasta la última líne, y también me produce desasosiego.

    Al lerlo mi pensamiento salta de esas noticias donde un restaurante se hunde y esas conversaciones vanales son las últimas...y no es así como nadie lo habíamos pensado. Porque para esa despedida imaginamos algo más épico o trascendental.

    Luego esa manera de hablar de los niños... es mi punto sensible, ya que fui una niña no deseada, pero soy una madre vocacional, por eso entiendo y respeto mejor a los que deciden no ser padres que a los padres que no dedican todo el amor y atención a sus hijos.

    Y me ha gustado y a la vez desconcertado el giro final. ¿Un aborto? .

    Muchos besos,

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  2. Jeje. Es un sueño, Tesa. Me gusta dar ambigüedad a la ficción, que los lectores se coman el coco, pero quizá no tanto. He dejado pistas, la sangre, la paranoia de la protagonista al principio, el suelo que se hunde... para hacerlo irreal y desasosegante, pero debería haberlo exagerado un poco más, dar pistas más claras, aunque puede que así pierda intensidad, no sé.

    Es una mujer que lleva toda la vida intentando tener hijos, acaba de perder el que llevaba (por aborto o no, da igual) y tiene una pesadilla en el hospital. Por eso los comentarios son tan crueles: no es gente real sino sus amigos de verdad (la mayoría con los hijos que ella añora) que ella ve como unos desalmados en el sueño.

    Otra cosa: tengo programado un artículo de opinión muy crítico para el 15 y me gustaría mucho conocer tu opiión sobre él. Creo que discreparemos, pero seguro que aprendo algo más con lo que digas.

    Un beso grande

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