domingo, 5 de octubre de 2014

Mitos de ayer y de hoy (y II)




Un ejemplo. Se habla mucho –y muy interesadamente desde el peor punto de vista masculino– del supuesto oficio más antiguo del mundo como si eso fuese un argumento a favor de su pervivencia. No obstante, aparte de que en etapas de una incipiente humanidad no existían las transacciones monetarias sino el trueque, cuando no se tomaban los bienes por la fuerza como es de suponer en este caso y eso, como sabemos tiene otro nombre, existen otros muchos oficios tan antiguos como aquel que, al afectar a la humanidad entera y no solo a uno de los géneros, no han adquirido tan buena prensa, al contrario.  Pues ¿van a negar que la de verdugo fue una de las ocupaciones más antiguas, si no la primera de ellas? ¿qué me dicen del juego de ataque y defensa realizado con animales salvajes, precursor de las actuales corridas? Sin olvidar otras mucho más amables, como la recolección de frutos silvestres, sustituida ventajosamente por la agricultura desde tiempos más que inmemoriales. ¿O es que hemos pasado siglos innovando para defender las excelencias de lo antiguo cada vez que nos conviene?

¿Acaso alguien añora toda esa enorme porción de tiempo en el que la gente apenas se bañaba? Entonces el agua limpia se mezclaba con la sucia propiciando continuas y mortíferas plagas, la alimentación –limitada a la disponibilidad del terruño– no ofrecía variedad alguna, los niños morían por centenares y la esperanza de vida adulta era también bastante escasa. Durante milenios, bañarse no ha supuesto un placer, era un engorro que no producía más que temor y, en consecuencia, solía evitarse en lo posible. Los hombres prehistóricos tenían que atravesar cauces a nado para defenderse de alimañas, sumergirse obligatoriamente bajo cualquier clima y estación cuando querían eliminar la suciedad si es que alguna vez llegaron a considerarlo necesario, permanecer horas con el agua a la cintura para capturar determinadas especies acuáticas. Incluso en épocas incomparablemente más civilizadas el baño era considerado insano, poco decoroso y molesto. Pero, si el placer de bañarse es relativamente moderno, ¿como a nadie en su sano juicio podía ocurrírsele añorar el supuesto placer de dormir dentro del agua?

En eso consiste el progreso –al menos una parte de él porque en cuestiones éticas aún andamos en mantillas– en alumbrar problemas nuevos a medida que resolvemos los antiguos. Según vamos conquistando formas de vida más sofisticadas y confortables tropezamos con obstáculos distintos, y esto nos despista, llegamos a considerarlo un retroceso cuando solo es una condición más de los avances. Por ejemplo, el hecho de que ahora se produzca con más frecuencia el Alzheimer y otras patologías de la senectud no es más que un síntoma de la gran longevidad que disfrutamos, las enfermedades raras ya existían antes, los adelantos científicos solo han conseguido hacerlas visibles, darles nombre y clasificarlas, soportar grandes concentraciones humanas es la consecuencia de vivir en un barrio céntrico y por tanto prohibitivo para muchos, hallarse en la picota de la actualidad es el peaje que han de pagar quienes ostentan el poder. A veces establecemos diagnósticos excesivamente simplistas, por eso hay que trepar entre las rocas, bajo el sol de mediodía, tras haber pasado un rato remojando la barriga en el agua. Ya digo, lo recomiendo como un recurso excelente para poner neuronas-remolonas en marcha.

2 comentarios:

  1. Lo que está claro es que hoy vivimos mucho más tiempo y en mejores condiciones, y cómo bien dices, se pone el acento de la nostalgia de forma bastante interesada

    Los que ya llevamos un tiempo por estos pagos y además nos gusta curiosear por la historia lo sabemos muy bien.

    En cuanto al "oficio más viejo del mundo" que razón tienes, pero sólo hay que ir al diccionario y ver el significado diferente según género para una misma actividad o nombre:

    zorro-zorra, hombre público-mujer pública, don juan-ninfómana por poner sólo algunos ejemplos

    Un beso,

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  2. Es evidente que estamos en la misma onda, Tesa. Aunque me empeñase en discutir (pacíficamente) contigo, sería completamente imposible.

    Un beso

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