jueves, 20 de marzo de 2014

Joven y bonita (Jeune et jolie) - (Young & Beautiful) - 2013


Antes de hacer ningún comentario sobre la película en sí, me gustaría recordar a los lectores que el cine, como arte y medio de expresión, ha atravesado, desde su invención, una serie de etapas hasta adquirir la madurar que tiene hoy día. Su lenguaje y su estética, en parte gracias al auxilio de la publicidad, están perfectamente calculados y medidos, por tanto, la dosificación de las imágenes, el impacto emotivo, el rol que en el conjunto juega la sucesión de secuencias, el vestuario, la escenografía o la música son elementos que se aprenden y, por tanto, no son, como en un primer momento, producto de la genialidad de sus creadores. A estas alturas, hay poco nuevo bajo el sol en el séptimo arte, y esto, que podría constituir un acicate para emprender nuevos caminos y explorar territorios por descubrir se convierte en la práctica en coartada que, con el pretexto de la belleza del envoltorio y la corrección de los guiones, evita a toda costa cualquier innovación.
Dicho esto, señalaré que nos encontramos ante una película francesa, con el estilo consabido de idílica casa de campo, bellos y bien alimentados especímenes humanos, corrección burguesa con cierto tinte progre, y argumento erótico-amoroso-familiar bastante manido por cierto, aderezado con algún toque picante cuyo objetivo es escandalizar moderadamente al público cuidando de no excederse. Antes de continuar, aclararé que yo disfruto con este tipo de productos, me hacen pasar un buen rato en mi butaca, naturalmente, porque son agradables, desarrollan relatos coherentes y retratan con bastante fidelidad a un sector social de este momento (un mérito que los españoles no podemos adjudicarnos por resultar demasiado histriónicos delante de la cámara). Podría, incluso, realizarse un estudio sociológico bastante exacto sobre la evolución de la sociedad francesa –también de la americana– en el último siglo, exclusivamente a partir de sus películas. Se trata, pues, de una buena foto en movimiento, de un producto cuidadosamente calculado, correcto en cualquiera de sus partes pero en absoluto sincero, con poca o nula aportación personal.
Por otra parte, encuentro de lo más preocupante la tendencia, que observo desde hace algún tiempo, de justificar la prostitución, de normalizarla y dotarla de un glamour a todas luces falso, de ensalzar sus supuestas ventajas, de situarla en un marco respetable con protagonistas indiscutiblemente llenos de encanto. Además, ver esta película un par de semanas después de que la primera cadena de la televisión pública, en horario matinal, invitase a la dueña de una academia encaminada al adiestramiento de potenciales prostitutas, sin ironía ni crítica alguna –a excepción de la siempre sensata Lidia Falcón, cuya proverbial lucidez no mengua con los años– no me puede dejar indiferente. ¿Llegará a entrar esta ocupación en los archivos del INEM, penalizando a las solicitantes que se nieguen a aceptar las ofertas? No crean, el cuadro que les estoy presentando no es tan insensato como parece. De momento, voluntariamente o no, se está haciendo lo adecuado para desembocar en esa situación. Y no solo con películas, resulta más que evidente el retroceso experimentado desde las conquistas del pasado siglo. Ahora se utilizan todos los medios posibles para que la dignidad de la mujer vuelva a encontrarse en entredicho, como consecuencia, la actitud de desprecio hacia nuestro género se incrementa a toda velocidad.
Pero introduzcámonos, de una vez, en el contenido de esos fotogramas, portadores de un mensaje a todas luces ambiguo, que deja en el espectador un poso de inquietud y sobre todo un regusto decididamente amargo. En un verano de siestas y aire libre, Isabelle, la protagonista, a punto de cumplir los diecisiete, experimenta un –discreto pero intensísimo– amor juvenil. Quien la envuelve en una moderada, aunque amable, ceremonia de seducción, es un muchacho alemán que, presumimos, volverá a su país tras las vacaciones. De ahí que la culminación no pase, por su parte, de un trámite rutinario que cumple con indiferencia y que se convierte para ella en una experiencia traumática.
 
A partir de ese momento, la transformación del personaje es radical. Isabelle se convierte en una furibunda profesional del sexo que persigue el lucro a toda costa, conoce todos los resortes del oficio e intuye perfectamente cual es la mejor forma de sacar partido a sus encantos. Una reacción bastante inverosímil, sobre todo por la rapidez con que produce y la fría actitud que preside cada uno de sus movimientos. Los que la rodean, desconociendo el episodio que originó ese comportamiento, la tildan de rara. No me lo parece, imagino que esa actitud: la rabia, la curiosidad, el ansia por quemar etapas, es una consecuencia posible. No obstante, el guión se equivoca en dos aspectos. El más evidente, quizá, es la evolución que sufre ella, sin altibajos, sin dudas, con una sabiduría excesiva, sin necesidad de pedir consejo. El que subyace y, a mi juicio, el más importante, consiste en confundir la liberación femenina con la venta del propio cuerpo. La libertad sexual es justo lo opuesto al comercio sexual. Quien recibe dinero se convierte en esclavo, en acreedor de todos los desdenes, en alguien que, al haber puesto precio a esos minutos, se encuentra –no solo inerme – también, y sobre todo, sin derecho alguno como ser humano, pues el otro ha pagado y, por tanto, es quien dispone, quien se siente legitimado a usar a capricho el objeto en que se ha convertido ese ser humano que comercia.
Algo de esto se apunta en la película. No podemos decir que se presente la realidad tal como es pero tampoco se elude el asunto. Aunque ni siquiera esas escenas afectan tanto como sería de esperar a una chica tan joven y tan rodeada desde siempre de confort y de mimos. Ya he dicho que la secuencia lógica de los hechos es irreprochable, por eso ha de pasar algo que acabe con ese estado de cosas, inverosímil para la lógica e intolerable para muchas mentes. (Ya he dicho que se pretende escandalizar en dosis mínimas, lo suficiente para suscitar cierto interés). Y sucede. Pero en un entramado psíquico apenas hilvanado, el desenlace nunca puede ser armónico, es preciso recurrir al absurdo, alterar los resortes  de lo esperable para  que la sorpresa enmascare la falta de coherencia y lleguemos a preguntarnos si el guionista guarda alguna clave en la manga que no sabemos desentrañar.
 
En resumen, un planteamiento interesante que evoluciona sacando las cosas de quicio y, por tanto, ha de resolverse de forma tramposa y algo simple.

* Año: 2013
* Duración: 95 minutos
* País: Francia
* Director: François Ozon
* Guión: François Ozon
* Música: Philippe Rombi
* Musica: Pascal Marti
* Reparto: Marine Vacth, Géraldine Pailhas, Frédéric Pierrot, Charlotte Rampling, Johan Leysen, Fantin Raval, Nathalie Richard, Laurent Delbecque, Akéia Sari, Lucas Prisor
*Género: Drama

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