sábado, 20 de julio de 2013

Los árboles azules 26: Un as en la manga

 -El muerto soy yo. Como lo oye. ¿A que la he sorprendido?

-Lo que pienso es que tienes más cara que espalda.
-Que no. De verdad, nunca he sido más sincero. Sabino ha muerto. En realidad yo no soy él, solo nos parecíamos físicamente. Bernardo no tuvo un hijo sino dos. No lo sabe nadie, espero que a partir de ahora siga siendo un secreto.

-Ya. Y ¿por qué me lo cuentas a mí?                                                   
-Porque ya no puedo más -se detuvo un instante, me pareció que se le iba la cabeza- No puedo más, no señora. Usted aprecia sinceramente a Auko y me inspira confianza, no dudo de que, a no ser que presencie un hecho delictivo, mantendrá la boca cerrada. Y le puedo asegurar que todo está en orden.

Nos movíamos a toda velocidad. A la izquierda, la cinta azul del Mediterráneo ponía la nota de color bajo un cielo desvaído, entre las ocres dunas circundantes. La brisa que me agitaba el pelo traía un suave olor a mirtos.
-Y tú ¿quién eres?                                         

-Me llaman Toño. Nuestra madre murió en el parto y el médico convenció a la familia de que no habíamos llegado a nacer. Todo el asunto se enterró muy eficazmente, los testigos cerraron la boca, hubo bastante dinero en danza. Aún no he descubierto todos los detalles pero…
El juicio de Salomón - Rafael de Urbino - Fresco - Estancia de la Signatura - Palacio Vaticano (Roma)

-Y ¿ese otro? Hace un rato dijiste que también era hijo de Bernardo.

Encendió un cigarrillo, se diría que estaba ganando tiempo para seguir hilvanando su fábula.
-No se enfade, no era más que una broma. Ángel nunca fue adoptado, se pudrió en un hospicio hasta que cumplió los dieciocho. Se me ha ocurrido porque quería prepararla de algún modo para lo que le iba a contar después.

Me entretuve en limpiar con esmero las gafas, de vez en cuando miraba su perfil de conductor atento. Aquello parecía tener sentido.
-¿Auko sabe quién eres?            

-Ella me conoce como Sabino, cree que hay uno solo, así que el nombre da igual. Pero le consta que sigo vivo, eso sí. Me quiere ¿sabe?
-¿A ti o a él?

-Al que le regaló una gominola guiñándole el ojo, al que le tiró los tejos un día desde fuera de la casa. No al acólito de las Tacón, no a su recadero, no el que buscaba desesperadamente a Bernardo para arrebatárselo a los patanes que se adelantaron a los planes de las Señoras y entregárselo a ellas. Sabino fue el que rescató a Bernardo, pero luego a él lo abatieron a tiros. Antes de eso, vivió en casa de la familia Tacón y viajó con ellos muchísimo. En los últimos seis meses, visitaron Dubai, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Ankara… Sabino también piropeaba a Auko, pero se mostró tan grosero con ella que acabaron por distanciarse. Y, de rebote, lo pagué yo. Ahora intento ganar terreno y no sé cómo hacerme perdonar.
-¿Le has dicho que no sois el mismo?

-No exactamente, eso me lo reservo. Todo esto ya es lo suficiente enrevesado como para poner más lío en esa cabecita. Con un poco de calma cualquiera se hubiese dado cuenta, Sabino era un macarra vistiendo y hablando. Le he explicado que no tuve más remedio que cambiar de personalidad, que representaba un papel delante de las Tacón.
-Y ¿te ha creído?

Se llevó el cigarrillo a los labios, entornó los ojos y expulsó el humo con fuerza.
-Eso lleva un proceso, ¿sabe? En ello estoy.

Me recosté en el reposacabezas.
-¡Bffff! No sigas, me vais a matar a disgustos.

-Lo siento, de verdad. Espero que esto acabe pronto. Denos un poco de tregua.
De repente, caí en la cuenta.

-No parece que hayas sentido mucho la muerte de tu hermano gemelo, la verdad. Ni da la impresión de que en vida la apreciases gran cosa.
Me miró de reojo y esbozó una sonrisa. Hace rato que debía estarlo esperando.

-Nosotros no nos conocimos hasta el año pasado. Empezamos a frecuentar los mismos sitios, a hacer las mismas preguntas, a entrevistarnos con la misma gente. Todo el mundo empezó a sentirse incómodo. Buscábamos por separado a nuestro padre hasta que alguien llegó a la conclusión de que no éramos el mismo, aunque lo pareciese, y decidió ponernos en contacto. Fue una chica, Alondra, quien nos informó de que alguien más estaba tras la pista de Bernardo, y nos presentó a Abril Tacón que, a su vez, nos llevó hasta el cerebro de la trama. Su madre.
-¿Dónde está Auko?

-No lo sé exactamente pero puedo localizarla rápido. En cuanto tenga ocasión, la llevo hasta ella.
-¿Prometido?

-Que me muera ahora mismo si miento.

(Continuará)

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