sábado, 4 de mayo de 2013

Los árboles azules 20: Abril Tacón

Me harté de Sabino y su representación teatral. Más bien parecía un ventrílocuo sin muñeco: ahora tú, ahora yo, ella dijo esto, yo contesté lo otro. Y de escucharle callada, sin pestañear, sin saber a qué venía todo aquello, intentando hacerme a la idea del estado de ánimo de Auko, de qué se le pasaba a él por la cabeza ya que parecía tener el futuro en sus manos.

-Aquel día tuve que hacer de chofer para despistar. Me lo pidió la pasma, digo los polis. No se me asuste, que no soy ningún chorizo aunque hable así.
Era verdad. Si pretendía ponerme nerviosa, lo estaba consiguiendo. No sabía si echarle de casa, irme yo a la calle y dejarle el campo libre para que me desvalijara, ocultarme en lo más recóndito o descolgarme por las rocas como hace mi gato.

-Había que encontrar a Bernardo cuanto antes y yo me presté a la farsa para despistar a sus secuestradores. Sabía algunas cosas ¿me entiende? Y ellos entonces todavía confiaban en mí.
-¿Ya no?

-¡Buf! Es largo de contar. Resumiendo, no se fían un pelo por ahora, pero ya confiarán, no van a tener más remedio.
-Pues usted dirá lo que quiera, pero han pasado un par de meses y le veo muy tranquilo. ¿Ya no le corre prisa buscarle?

-Je. Ni falta que hace. Lo tengo en el bote, si no fuera por mí…
-¿Qué me está contando? ¿Lo ha encontrado y la policía no sabe nada? Usted es un irresponsable. ¿No se da cuenta de que la vida de ese hombre corre peligro?

-Eso lo dirá usted. Él es quién no quiere que le encuentren. Pero ya he dicho bastante, he venido para hablarle de Abril Tacón.
-Abril ¿qué?

-La dueña de la casa. Auko ya no está sola, vive con una familia. Muy generosa, por cierto.
-Y ¿por qué no viene aquí? Somos amigas, estaría mejor que con ellos.

-¡Quiá! Sería peligroso. Pero usted no se preocupe, ahora está bien.
Durante unos segundos se puso a mirar a la luna, tan redonda y tan llena en el centro del rectángulo de cielo. Casi podía escucharle cavilar.

-Venga, seré bueno. –Dijo al fin- Le voy a decir lo que pasa. Es mejor que estén todos juntos porque ellos son amigos de Bernardo.
-¡Ah! Pues cuando hables con ella dile que me llame enseguida.

-Pero no puede encender el móvil, la localizarían rápido.
-Entonces le dejas el tuyo, o que utilice el de la casa o que se vaya a una cabina o la arrancas de cuajo y se la llevas tú, apáñate como te dé la gana porque tengo que decirle algo y tiene que ser ya.

Empezaba a pensar que podía estar muerta, aquello me estaba dando escalofríos.
-A todo esto, ¿quién es Abril Tacón?

(Continuará)

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